La inmigración gallega en Euskal Herria

Euskal Herria, inicialmente Bizkaia, comenzó un intenso proceso de industrialización en la segunda mitad del siglo XIX, convirtiéndose, por tanto, en un importante foco de atracción poblacional. Necesitaba abundante mano de obra, sobre todo, en la explotación minera y en las fundiciones, que procedía en un principio de los territorios circundantes y más tarde de zonas más alejadas.

En la historia de la inmigración galaica en el País Vasco podemos distinguir cuatro etapas.

La primera oleada de gallegos, que adornaron el aire vasco con su melódico acento característico y su maleta mental cargada de saudade, se produjo a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Procedían fundamentalmente del interior del país finisterral, de A Coruña y Lugo, de lugares situadas en las inmediaciones del ferrocarril, su principal medio de transporte. Tenían una cualificación media y baja: carpinteros, herreros, albañiles y peones, un nivel cultural semejante y una conciencia social y política resignada, que no inculcó un recio impulso reivindicativo. Se ubicaron en la margen izquierda de la ría de Bilbao y trabajaron en las minas y en las fábricas. Su tendencia al asociacionismo les indujo a fundar casas o centros gallegos, que funcionaban como entidades de mutualismo, además de cumplir la importante faceta de sociabilidad relacional de cara a los compatriotas y de acogimiento frente a extraños. Así surgió el primer Centro Gallego en Barakaldo, creado en 1901, el primero de Europa y del Estado español y el segundo del mundo.

La segunda llegada masiva tuvo lugar en torno a los años 1920-30 y su procedencia y asentamiento fueron bien distintos. Provenían de poblaciones muy concretas de la costa gallega: Santa Uxía de Ribeira, Corme, Corrubedo, Porto do Son, Poio y su lugar de asentamiento fue Pasaia, creando un barrio, Trintxerpe, conocido como la quinta provincia gallega. Poseían unas características muy definidas. Eran marineros y pescadores, y fijaron sus reales también en la costa, llegaron con motivo de una huelga, por lo que fueron tachados de esquiroles y surtieron de mano de obra, sobre todo a los bacaladeros de la PYSBE, una potente empresa pesquera. Tenían una ideología político-social de signo anarquista. Sus relaciones con los sindicatos y los grupos nacionalistas fueron conflictivas hasta la Guerra Civil del 36, principalmente durante la II República, con enfrentamientos sangrientos frente a las fuerzas del orden y numerosas huelgas. Durante la Guerra Civil tuvieron un notorio protagonismo en la defensa de Donostia frente a los militares, en la toma de los cuarteles de Loiola, en la defensa de Irún y en el frente de Oiartzun. Se integraron en diferentes batallones del Euzko Gudarostea, como el Bakunin o el Larrañaga, y crearon uno específico para luchar en Bizkaia, el batallón Celta de Milicias Antifascistas Gallegas, con casi 500 componentes, con sede en los Salesianos de Barakaldo. Dos niños de Corme, los hermanos Francisco y Carmen Mantiñán, murieron en el bombardeo de Gernika y una niña de A Pobra do Caramiñal, Mari Carmen Sanlés Fontán, en otro realizado en Santurtzi, en la primavera de 1937.

La tercera marejada acudió a regar de sudor las tierras eúscaras con motivo de la segunda industrialización de los años 1950-1970. Estaba dotada de un gran policromatismo tanto en la procedencia como en el asentamiento. Provenían de muy diversos lugares de Galicia y se radicaron en distintas áreas vascas: valles del interior guipuzcoano, zonas costeras, Vitoria-Gasteiz y herrialdes industriales de Bizkaia, Araba, Iruñea-Pamplona etc. En esta época se configuraría el mapa definitivo, por ahora, de la inmigración gallega en Euskal Herria y de la red de centros, casas y asociaciones. Las actualmente existentes, con su fecha de fundación, se ubican en: Barakaldo (1901), Bilbao (1926), Donostia (1931), Iruñea-Pamplona (1951), Sestao (1952), Vitoria-Gasteiz (1955), Ondarroa (1968), Ermua (1968), Laudio (1969). Zarauz (1978) Eibar (1984), Pasaia (Fato Cultural Daniel Castelao, 1977) y la Asociación Galizaleak, de reciente creación, en Bilbao.

Generalmente, salvo mínimas excepciones, la inmigración gallega era de media y baja cualificación profesional y no ha suscitado problemas de rechazo, de conflictividad y de adaptación, salvo el caso temporal ya citado de Trintxerpe, y suele catalogarse por los sociólogos de «inmigración amable», término acuñado por el ya fallecido Ruiz Olabuénaga. La cantidad máxima se situó hacia 1970, con unos 75.000 gallegos, que se ha ido reduciendo paulatinamente hasta alcanzar los casi 42.000 actuales, aunque probablemente el gallego es el tercer idioma más hablado en Euskadi Sur. Es una comunidad razonablemente integrada, los de segunda y tercera generación ya en plenitud, e incluso se podría denominar «criollismo» el mestizaje existente en algunas zonas de Euskadi, según indica el antropólogo Iñaki Homobono. Las vinculaciones y excelentes relaciones entre vascos y gallegos han fructificado en la erección de monumentos simbólicos a personalidades y referentes gallegos, que embellecen el ya de por si lujurioso verdor del manto vasco: placa y calle a Castelao en Trintxerpe (Pasaia), monumentos al mismo personaje en Intxaurrondo (Donostia), Eibar e Barakaldo; monumentos a Rosalía de Castro en Barakaldo y al poeta Manuel María en Laudio; placas a los poetas Gabriel Aresti y Ramón Cabanillas (Barakaldo); placa a Concha Murguía, suegra de Rosalía de Castro e madre de Manuel M. Murguía, en Oiartzun; cruceiros en el monte Arraitz, Intxaurrondo y Laudio; celebración anual del Día de Galiza en Euskadi, homenajes anuales a Concha Murguía en Oiartzun etc.

Cuarta oleada, la de estos últimos años, es sensiblemente menos numerosa y a cuentagotas, con alta evaluación profesional y también alto nivel de integración, como lo demuestra el importante porcentaje del aprendizaje y uso del euskera. La asociación Galizaleak podría ser un perfecto y extensible ejemplo de los rasgos más significativos de esta inmigración.

Para una panorámica desapasionada, denunciadora, no folklórica y realista, con afán de pasarela intercultural y ribetes de lirismo, es recomendable la visión del documental titulado “Sitio Distinto”, de Davide Cabaleiro, emigrante de esta última generación. Fruto de un intenso estudio y una ardua labor de investigación ha conseguido reconstruir la epopeya de inmigración gallega en Euskal Herria. Con logros técnicos de hermosa factura, una gran variedad lingüística, ideológica y social, desde una perspectiva dual, pero no antagónica, sino complementaria e integradora, buscando puentes entre emigrante y receptor, alcanzó imprimir a su trabajo el sello de un principio paradigmático: «El emigrante tiene derecho a la diferencia, pero también el deber de la semejanza». Así expresa este axioma en un breve poema del gran bertsolari, Xabier Amuriza: «Galizan sustraiak/ Adarrak Euskadin/ zuhaitz bikainagorik/ ez ziteken egin».

Un extraordinario poeta vasco, Gabriel Aresti, gran amigo de los inmigrantes gallegos y de otro grande de la literatura gallega, Manuel María, le remitió a éste en 1970 unas coplas en defensa de los obreros gallegos de Bizkaia. Es saludable releer y reflexionar sobre las ideas que destilan en un mundo donde se rechaza la diferencia y se ensalza la inhumanidad.

«A menudo los veo, como encinas/ desarraigadas de su ‘terra-nai’. ¿A/ quién habrá más de parecerse un haya/ errabunda del valle a las colinas?».

«Dime mi pueblo vasco, ¿tú que opinas?/ Náufragos son en forastera playa./ ¿Tal vez hogar le ofreció Vizcaya,/ por esos altos hornos, hondas minas?».

«Ánades o cigüeñas son de paso,/ no la hostiguéis al ave de ancho vuelo,/ al ave de ancha pluma y ancho cielo».

«Vendrán. ¿Se irán? ¿Se quedarán acaso?/ No les neguéis un ápice de suelo/ para tejer su nido en ningún caso».

Naiz