La independencia intelectual catalana

Días atrás, haciéndose eco de la Cruz de San Jorge de este año, concedida a algunas personas vinculadas a Sant Cugat, Cugat.cat recogía las palabras pronunciadas por el historiador Borja de Riquer referidas al actual proceso catalán de independencia. Riquer dijo: ‘A una serie de déficits estructurales, deberíamos añadir la convivencia con unos vecinos demasiado poderosos e intervencionistas. Cataluña se ha manifestado como un país rebelde cuando ha visto que sus derechos eran vulnerados o pisados. Esto tanto en la Edad Media como en el siglo XIX o en el siglo XX o en el siglo XXI’.

Ciertamente es así. Recuerdo que en 2011, en el transcurso de la Noche Literaria organizada por la sección local de Òmnium Cultural, De Riquer ya se refirió citando un texto de Joan Maragall, de 1897, sobre la necesidad de que Cataluña se deshiciera de los elementos psicológicos que la ligaban a Madrid. Madrid entendida, claro, como concepto representativo de España, no como ciudad. Y, en este sentido, uno de los elementos a ahuyentar de nuestro marco mental -cosa, por cierto, que aún no ha exitoso- es la dependencia de lo que dice o deja de decir la prensa madrileña. ‘Pensamos -decía- que el día que Cataluña se libere de la prensa de Madrid, y también de la de aquí que todavía se hace a la madrileña, nuestra independencia intelectual estará muy avanzada’.

Pues bien, ciento veinte años después, desgraciadamente, todavía hay importantes medios de comunicación catalanes que viven pendientes de aquella prensa y que pretenden que la sociedad catalana permanezca encadenada hasta el fin de los tiempos. Son medios de comunicación con alma servil y periférica cuya línea editorial consiste en ejercer, oficiosamente, como delegación catalana del pensamiento oficial español. Son, por así decirlo, los guardianes de las dictatoriales esencias nacionales españolas disfrazadas de progresismo rancio.

No hay duda de que este es un lastre que, a pesar del Proceso, aún arrastramos. Sin embargo no hay que preocuparse demasiado, sólo retenerlo en la memoria, ya que después de que Cataluña se convierta en un Estado independiente, estos mismos medios publicarán editoriales afirmando que ellos siempre estuvieron a favor de las libertades nacionales del país. Será el momento de recordarles sus campañas actuales en favor de un fósil llamado Tercera Vía. Una tercera vía que prohíbe votar, que criminaliza las urnas, que consagra la expoliación, que niega el derecho a la autodeterminación del pueblo catalán y que no reconoce a la nación catalana como una nación milenaria de Europa con los mismos derechos que el resto de naciones libres del mundo. No se dan cuenta que no hay rigor intelectual mínimamente catalanocèntrico que pueda caer en una trampa así. Hay que tener una actitud ante la vida muy hispanocéntrica para amordazar y maniatar a todo un pueblo y, al mismo tiempo, proclamarse demócrata.

SANT CUGAT