La destitución del cónsul de Finlandia

La rabia es un sentimiento muy negativo, porque no aporta nada bueno a la persona que lo sufre, pero no nos queda más remedio que aceptarlo, porque es un sentimiento animal, los seres humanos también somos animales, y aunque nosotros, individualmente, no la experimentamos, difícilmente podremos evitar que otras personas la experimenten. Otra cosa es que la rabia también la experimente un Estado. Un Estado, ciertamente, está gobernado por personas, y estas personas pueden sentir una rabia feroz contra un colectivo o contra una colectividad; el problema ocurre cuando alguien ampara su rabia en los poderes del Estado y se sirve para agredir tanto como puede al colectivo o la colectividad odiada. Desgraciadamente, la historia de la humanidad está llena de eso.

Aún no sabemos a dónde llevará la rabia del Estado español contra el independentismo catalán, pero parece tan desbocada que no tiene buen presagio. Sin ningún tipo de escrúpulo, enloquecido como un fundamentalista religioso con sus dogmas, España miente, arrolla, aprisiona, censura, inhabilita, amordaza, inventa delitos, fabrica pruebas falsas, pisa parlamentos, manipula elecciones, viola derechos humanos y, entre un montón de barbaridades más, persigue a cargos políticos democráticamente elegidos por el solo hecho de ser independentistas. La rabia desatada es capaz de eso y mucho más.

Es, pues, fruto de esta rabia, como el Estado español ejerce presiones internacionales para que el independentismo catalán, que es profundamente pacífico y democrático, sea percibido como satánico. Todo lo que va contra la Unidad de España es satánico. Absolutamente todo, ya que, como todo el mundo sabe, la Unidad de España es una ley divina que ningún ser humano puede ni siquiera cuestionar. Recordemos que hay personas en prisión porque no quieren dejar de ser independentistas. El solo hecho de querer la independencia de Cataluña ya las convierte en delincuentes. El único problema es que no hay suficientes cárceles para tantos miles y miles y miles de ‘delincuentes’.

Por eso el Estado español ha presionado al Ministerio de Asuntos Exteriores de Finlandia hasta conseguir la destitución de su cónsul honorario, Albert Ginjaume, por haber invitado a una comida del cuerpo consular, en el World Trade Center, a la alcaldesa de Sant Cugat , Mercè Conesa, en calidad de quinta autoridad de Cataluña como presidenta de la Diputación de Barcelona. Es decir, que el poder dictatorial español llega al extremo de decir con quién puede comer y con quien no puede comer el cónsul de otro país, por más que el invitado no sólo no sea ningún terrorista, sino una persona plenamente honesta y libre. Y todo porque el municipio de Mercè Conesa forma parte de la Asociación de Municipios por la Independencia. Este es el delito. Pero si esto es delito, ¿por qué no detienen a la alcaldesa y al cónsul? No los detienen porque no pueden y porque el Estado español es tan cobarde que hace por vía telefónica todo lo que no puede hacer de otra manera. ‘Si no podemos encarcelar a quien nos da la gana’, es su lema, ‘le amordazamos y se ha acabado’. Se da la circunstancia, mira por donde, de que el cónsul finlandés vive en Valldoreix y que, por tanto, Mercè Conesa es su alcaldesa. Como es lógico, cuando el señor Ginjaume invitó a la alcaldesa de Hospitalet de Llobregat, la españolista Núria Marín, a la comida consolar mensual, no hubo ningún problema. El problema es invitar a personas que no sean españolistas.

Según explica el señor Ginjaume, el protocolo no permite que Finlandia se niegue a hacer la destitución, si no es que quiere abrir un conflicto diplomático con España. Podría, eso sí, como contrapartida, destituir a un cónsul español en Finlandia. De momento, un diputado del Parlamento finlandés ha dicho que pedirá un informe completo sobre la cuestión, dado que la destitución del cónsul en Cataluña la ha tomado unilateralmente el Ministerio de Asuntos Exteriores escandinavo, sin informar al primer ministro y el gobierno del país.

La rabia desatada del Estado español contra el independentismo catalán no tiene límites y quita de en medio a toda persona que no encaja con el pensamiento único del Régimen. Ya lo hizo en el año 2016 con el cónsul de Letonia, y en 2017 con los cónsules de Bulgaria y Filipinas. Pero todo ello, como digo, no es más que complejo la inferioridad y miedo. De que el mundo escuche la voz disidente catalana y la falta de argumentos para rebatir el inalienable derecho de los pueblos a decidir su destino. La orfandad de argumentos democráticos obliga al Estado español a hacer uso de esta violencia cobarde, que consiste en amordazar todas las voces que lo ponen en evidencia. Tan cegado está, que no se da cuenta que no hay nada ni nadie que lo ponga más en evidencia que él mismo.

http://www.cugat.cat/diari/opinio/134885/la-destitucio-del-consol-de-finlandia