La desnudez del adversario

El espectáculo del domingo pasado en Madrid para presentar la plataforma política de Ciudadanos, España Ciudadana, muestra con mucha claridad el proyecto de Albert Rivera en toda su plenitud. La tentación de ironizar sobre su discurso impostado y sobreactuado, o de hacer risas con la letra del himno de Marta Sánchez, es muy grande. Pero haciéndolo, volveríamos a caer en el error de no evaluar correctamente la estrategia del adversario. El humor, que yo mismo he sostenido que nos había salvado de estar abrumados por el miedo de las amenazas que recibíamos, me temo que también nos ha hecho subestimar su peligrosidad. Tomemos, pues, a Rivera seriamente aunque sea por un rato.

La plataforma presentada por Ciudadanos es el enésimo intento de buscar adhesiones populares a un partido político evitando el modelo clásico de la militancia en descrédito de manera que le sirva de palanca electoral. En un momento u otro lo han probado prácticamente todos los partidos, y su duración ha sido tan larga -cuando ha funcionado- como la de la llegada al gobierno. Aquí también todos han recurrido a ello: la ‘Casa Grande del Catalanismo’ de CDC, los ‘Ciudadanos por el Cambio’ del PSC, la ‘Cataluña Sí’ de ERC… En definitiva, un ‘déjà-vu’.

En el caso de ‘España Ciudadana’, sus objetivos no pueden ser más transparentes. Quiere fomentar el orgullo de ser español y, sobre esta autoestima patriótica, crear un clima que empuje a Ciudadanos al gobierno de España. Tanto su ‘Manifiesto’ como la intervención de Rivera tienen como punto de partida hacer frente al independentismo catalán, razón de su nacimiento. Ahora bien, para poder apropiarse de esta llamada al orgullo, deben partir del supuesto de que la han perdido, y por eso recurren insistentemente a la palabra ‘recuperar’. También repiten todos los tópicos altivos: no hay que pedir perdón de nada; no hay que tener complejos; hay que tener la voluntad de liderar el mundo y, naturalmente, hablan el español, la lengua que comparten generosamente con 500 millones más de personas en todo el mundo. Y es que ellos son los que, con mucho sufrimiento, han vencido al terrorismo de ETA, al terror yihadista, al golpe militar del 23-F y al golpe separatista de 2017 en Cataluña. Todo en el mismo plano.

Dicen que combaten el nacionalismo y el populismo, pero estos son sus dos rasgos fundamentales. Toda la parafernalia escénica del domingo pasado, incluyendo la escucha emocionada del himno con letra de Marta Sánchez -«A Dios le doy las gracias por nacer aquí»-, estaba al servicio de la exacerbación nacional. Si no fuera porque la palabra ‘supremacismo’ ya está muy gastada, no costaría mucho aplicársela. Además, tanto los ganchos de su página web – «¡Preséntanos a tu héroe!» y «¿Qué es España para ti?»- como la petición de Rivera para que hagan como él y se pongan «las gafas de la España Ciudadana» que anulan todas las diferencias individuales y sociales -«Yo veo [sólo] a españoles»- completan el perfil populista del discurso.

La paradoja es que, a diferencia de la primera campaña de Albert Rivera, donde aparecía desnudo para, simbólicamente, ocultar todo el envoltorio que le hacía nacer, la soltura de ahora permite que finalmente lo veamos realmente desnudo, tal como es y sin disimulo. Asimismo, nos confirma que es el desafío soberanista catalán lo habría herido el orgullo, la autoestima y el prestigio que ahora quieren recuperar. Y, por tanto, afirman que su dignidad se fundamenta en la sumisión moral, y no sólo política, de los catalanes.

Estoy seguro, Ciudadanos son el último pataleo -y el más penoso- de la España imperial, muy lejos de la reacción de aquella Generación del 98 que lamentaba la pérdida de las últimas colonias americanas.

ARA