La costilla de Adán, desafortunada falacia machista

No parece descaminado afirmar que en el relato cosmogónico, el histórico y prehistórico, el escatológico, la huella del varón sea descaradamente exclusiva.

La visión propia y científica de la mujer en todos estos procesos, prácticamente se ha incorporado hace cuatro días. Esta carencia, nos ha privado a todas luces, de caracteres y matices, que pueden resultar esenciales para la comprensión de la evolución del ser humano. Por ello, la sustancia del relato, exhala insistentemente un tufo condenadamente machista.

Ya la creación bíblica de la mujer, por mucho simbolismo que encarne, personalmente me parece, un brutal despropósito.

Lo digo simplemente, porque la maternidad me parece el hito más prodigioso y esencial en el origen del hombre. Sin duda la parte más “humana” y emocionante. Y evidentemente porque la maternidad tiene carne de mujer.

No voy a erigirme en paladín del feminismo. Hay muchos matices que mi mente no acaba de asimilar. Quizás viejos prejuicios mal erradicados.

Lo que si percibo con “rabiosa” claridad, es la urgente igualdad en derechos y obligaciones, de hombre y mujer.

Si esto no ha sido así a lo largo de la andadura de la humanidad, es porque los destinos de ésta, han estado en manos del hombre. Varón, patriarca o “puro macho”.

Y este agente hacedor de nuestra historia, paradigma de la testosterona, de entre sus muchas facetas, la primera y fundamental que ha aplicado, ha sido la violencia.

Hoy podemos decir, viendo sus resultados y consecuencias, que la violencia ha sido y es fundamental en la estructuración y organización del planeta.

Desde el neolítico, el avance tecnológico es innegable. El humanístico, enclenque, discutible y penoso.

La violencia, que no el amor o la solidaridad, o el respeto a la voluntad del ciudadano, ha fundado los estados. Es el atropello y la coacción quienes han generado imperios y naciones.

La violencia –hoy el máximo negocio- genera los sistemas más sofisticados para matar. La violencia manipula la economía mundial. El saqueo colonialista, el racismo, la guerra, las migraciones, hambrunas, la muerte del planeta…

Y lo más terrorífico, violencia es la degradación y el holocausto de la mujer. Quizás debido, a que la respuesta de ésta a los problemas humanos se plantea en la mente y el corazón, no en la jactancia de la testosterona…

Así pues, ahí están las respuestas endémicas del patriarcal “varón” a los conflictos sociales. Guerras, esclavitud, religiones inquisitoriales destructoras de la libertad de las conciencias, y especialmente desdeñosas contra la mujer.

Este es el descalabro planetario hacia el que nos conduce el machismo patriarcal.

Lo peor de todo, es que esta “metafísica machista”, suele cautivar, a grandes masas -¿aborregadas?- de nuestra sociedad. Es para temblar.

¿Y si mandaran las mujeres? Por supuesto no desde los mismos parámetros “varoniles” y patriarcales de “Thatcheres” y Merkeles and company, que para semejante viaje nos quedamos donde estamos.

¿Y si mandaran las mujeres, poniendo al servicio de la humanidad, en lugar de la violencia el ejercicio y las cualidades de la buena madre?: La solidaridad que no la avaricia y el saqueo de los pueblos. La justicia de los jueces justos y honestos, que no el “conchaveo” con los amiguetes, oligarcas y otros pájaros de la creme. El reparto equitativo de la riqueza. La abolición de tantas sectas y chiringuitos divinos que solo sirven para difundir la ignorancia, el cretinismo y las desigualdades sociales…

¿Acaso una madre cabal, hace distinciones entre sus hijos? ¿No reparte da y se entrega con equidad rechazando todo tipo de violencia –guerras- que suponga la desgracia para cualquiera de sus hijos?

En fin, se me dirá, ¡Vaya “desiderátum”¡, tan utópico, tan cándido.

Lo se y me encantaría que ante la perentoriedad del asunto, lloviesen propuestas, más reales, más viables…

A un servidor, mientras no se pongan en práctica propuestas más resolutivas, no le queda más recursos que la espera en un auténtico despertar de la mujer.

Y tengo fe en que algún día, mas pronto que tarde, el espíritu, y sobre todo el impulso de la mujer, tomará entre sus manos el timón de éste mundo. Por supuesto, con otros derroteros más humanos, justos y solidarios que los de este machismo brutal y pestilente que nos arruina.

Es la hora de la mujer. Al hombre ya solo le puede quedar aprender e implicarse con ella en la búsqueda de otros caminos más venturosos y habitables.