¿Qué nos queda de las murallas de Pamplona?

Durante estos días, la prensa local de Iruña se está haciendo eco de la recuperación de la belena de San Saturnino y de su pequeña torre en el casco antiguo de la ciudad. Hace unas semanas aparecieron restos de muralla y recientemente unos arcos góticos medievales que pudieron ser algún paso subterráneo. En fin. Hipótesis.

Al eco mediático o gran publicidad dada al proyecto de recuperación, le siguen, como no, las consiguientes reacciones positivas al proyecto.

Sin embargo, resulta triste que después de tantos cientos de años de ser capital de un reino llena de historia, donde esas defensas frenaron a Carlomagno, Abd Al Rhaman, Don Rodrigo el visigodo, Alfonso VIII o el mismísimo Duque de Alba entre otros, conservemos para nuestros descendientes apenas un callejón que tiene algunos cimientos de muralla y media torre reaprovechada como vivienda.

Sé que las comparaciones son odiosas pero habría que mirar a otras ciudades, como por ejemplo Vitoria-Gasteiz, y ver los casi 100 metros de murallas del siglo XII que conservan, con sus torres, restos encontrados de iglesias románicas, exposiciones, visitas guiadas en la campaña turística de «Abierto por obras de la catedral de Santa María», que han servido como referencia y ejemplo de conservación del patrimonio.

Por el contrario, nuestros restos medievales se han quedado en esto, en apenas un trocito de muralla sumergido entre cimientos contemporáneos y que compartía sitio entre cloacas, tuberías y cables empotrados hasta hace bien poco, y a pesar de las denuncias y del silencio de los que ahora felicitan a los responsables del proyecto.

Esto no es nuevo. Existe un largo listado de metros de muralla o muros derruidos para el progreso de nuestro ayuntamiento: en la Aduana, San Francisco, Baluarte de San Antón, San Nicolás, Mercaderes, Palacio de los Reyes, Aldapa, etc y la celebre Plaza del Castillo, con el castillo de Luis Hutín (aquí se saltaron a la torera la ley de los castillos que impide, con la ley en la mano, hacer destrozo alguno).

Si volvemos la vista atrás podemos ver un hecho que nos puede servir de ejemplo del respeto y cuidado que tenían los pamploneses a sus murallas. Rebuscando algún suceso histórico sobre las murallas de la capital del reino, me viene a la memoria un hecho curioso. Corría septiembre de 1541, en plena ocupación militar tras la conquista de 1512, cuando sucedió algo inédito que incluso precisó de un contingente armado español de consideración. Los españoles, que ocupaban la ciudad, quisieron hacer un postigo o agujero en la muralla para pasar del burgo de San Cernin y de La Población al palacio sin pasar por la Navarrería. Comenzaron las obras intentando no llamar mucho la atención. Al percatarse los pamploneses de ello, dieron la voz de alarma repicando las campanas y llamando a las armas. En poco tiempo se organizó tal alboroto que se reunió toda la gente armada hasta el lugar destruyendo las obras. El virrey concentró dos compañías de soldados pero tuvo que desistir. La razón era que los habitantes de los Burgos tenían tanto apego a sus limitaciones y muros que no podían vivir sin esos restos medievales y eran capaces de luchar por ello. No en vano, dichas murallas protegieron a sus habitantes en la guerra de Navarrería de 1276 y en otros enfrentamientos que llevaron a incendios y ataques entre los Burgos.

Estamos en el mes de Enero del 2008 y de todo lo que tuvo nuestra ciudad, en su etapa más gloriosa, apenas quedan 10 metros de cimientos de muro y un trocito de torre en San Saturnino además de unas piedras que sirven de adorno en los aparcamientos del casco antiguo.

Cuanto hemos cambiado que hasta los restos del viejo reino crean indiferencia y la sociedad de Pamplona ya no defiende su identidad