Improvisación irresponsable

La pregunta que debían haberse formulado los que promovieron y ejecutaron por unas horas la independencia unilateral de Catalunya era la que se plantea cualquier emprendedor a lo moderno, o un empresario de los de antaño, antes de arriesgar su inversión o su patrimonio. Se acostumbra a hacer un plan de viabilidad.

Para ello son imprescindibles cuatro nociones de historia de nuestro país, de Europa y el mundo. No hace falta remontarse al compromiso de Caspe o a la Paz de los Pirineos. Una ojeada al siglo pasado permite deducir que una Catalunya desgajada de España y sin ser aceptada por Europa y por la comunidad internacional no puede producirse sólo por la voluntad de la parte interesada.

Si exceptuamos la disolución de la unión entre Noruega y Suecia de 1905 convirtiendo a Oslo en la capital de un Estado que importó el rey de la corona danesa, hay pocos ejemplos más de secesión pacífica y pactada. Otro caso emblemático es el acuerdo de 1993 en Praga que establecía el divorcio del terciopelo que dividió Checoslovaquia entre dos nuevos estados en el corazón de la vieja Europa: la República Checa y Eslovaquia.

La creación de nuevos estados en Europa tuvo un momento espectacular en la conferencia de París de 1919, en la que después de terminar la guerra, “aquella que debía terminar todas las guerras”, Woodrow Wilson, David Lloyd George y Georges Clemenceau dibujaron el nuevo mapa de los estados que surgieron de las cenizas de los imperios caídos. El libro de la canadiense Margaret MacMillan París, 1919 es una pieza fundamental para aproximarse a los intereses que crearon muchos nuevos estados con tira­líneas a veces arbitrarios e injustos. El principio de autodeterminación lo introdujo el presidente norteamericano, que pensaba que la democracia lo resolvería todo aunque sus 14 puntos de la conferencia de Versalles fueron suspendidos por el Congreso de Estados Unidos, que no llegó a formar parte de la Sociedad de Naciones.

Los protectorados de Francia y Gran Bretaña en Oriente Medio nacieron de los despojos otomanos. Palestina, Irak, Jordania y los territorios del Golfo pasaron a ser protectorados británicos y Francia se quedó con Siria y Líbano. Las piezas sueltas de los imperios alemán, austrohúngaro y otomano se erigieron como estados propios o pasaron a formar parte de los protectorados de Londres y París. Los kurdos no entraron en el reparto. Israel fue creado con el beneplácito de Truman y Stalin en 1948 con cinco guerras contra los árabes. Es un caso aparte, posiblemente único en la historia.

La independencia de Irlanda, la primera pieza que perdía la Gran Bretaña imperial, fue precedida de muchos muertos, con un enfrentamiento armado en la Pascua de 1916 cuando se estaba librando la Gran Guerra entre las potencias beligerantes. Después vino la guerra civil, la partición de la isla y, más tarde, en los años sesenta, surgió el IRA, que sembró el terror en todo el Reino Unido y que no acabó hasta los acuerdos del Viernes Santo de abril de 1998. El IRA causó más de tres mil muertos. Curiosamente, los pactos para cerrar la primera fase del Brexit han pasado por la frontera entre la provincia de Irlanda del Norte y la República de Irlanda.

En la conferencia de Yalta de 1945 entre Churchill, Stalin y Roosevelt no se trazaron fronteras nuevas pero sí que se establecieron zonas de influencia que alimentaron la guerra fría y media Europa quedó ocupada militar e ideológicamente por el Kremlin y la otra media cayó bajo la protección americana.

La independencia de India en 1947 fue el principio del fin del colonialismo europeo, que fue desgajándose de sus posesiones que se convirtieron en estados propios no siempre de forma amigable. Argelia, Kenia, Zimbabue, Angola y Mozambique son sólo algunos ejemplos de violencia extrema.

La caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 volvió a alterar las fronteras físicas e ideológicas. Los estados europeos del Este recuperaron su soberanía, Alemania se unificó por segunda vez en su historia y la Unión Soviética perdió 14 repúblicas que hoy son estados independientes con la conciencia de que el Kremlin hará todo lo que esté en sus manos para recuperar los territorios perdidos. Crimea la absorbió de un zarpazo, en Ucrania hay una situación bélica en la parte del Donbass y Putin se emplea a fondo para debilitar a Europa y a Occidente. Lo cierto es que en 1945 había 51 miembros que formaban parte de las Naciones Unidas fundadas en San Francisco y hoy son 193 los países que tienen voz y voto en la Asamblea General de la ONU.

La mayoría de los relatos del siglo pasado no contemplan una independencia no pactada con el Estado del que se quiere escindir y, mucho menos, sin la aprobación de la comunidad internacional. Con una revolución de las sonrisas y con manifestaciones históricas y masivas sin tener en cuenta las reglas del juego, que suelen estar impuestas por el derecho o por las circunstancias históricas internacionales, no se llega muy lejos. La experiencia así lo demuestra.

LA VANGUARDIA