Gebara/Guevara y lapoblación, lugares de la memoria (2ª parte)

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El castillo de Gebara/Guevara, por J. Vehil para “El Estandarte Real” (1891)

(Zumalakarregi Museoa)

EL CASTILLO DE GEBARA/GUEVARA, ÚLTIMO REDUCTO CARLISTA EN 1839

No nos detendremos, lógicamente, a relatar el largo conflicto que sacudió a nuestro país entre 1833 y 1839 (“guerra civil” o “guerra de los Seis años”, se le llama también en la literatura de la época), ni a profundizar en sus complejas causas, más profundas que el aparente conflicto dinástico[1].

Nos situaremos en su fase final, marcada por un elemento central: el “Convenio” o “Abrazo de Vergara”, concertado entre el general carlista Rafael Maroto y el general liberal Baldomero Espartero, Duque de la Victoria.

En junio de 1838, el general murciano Rafael Maroto accedía a la jefatura del Estado Mayor carlista[2], sucediendo al general navarro Juan Antonio Guergué -fusilado por orden de Maroto en El Puy (Estella-Lizarra) el 18 de febrero de 1839-, tras la derrota sufrida por éste en Peñacerrada el día 22. Algunos meses después de acceder a la jefatura del ejército carlista, Maroto inició conversaciones secretas con Baldomero Espartero, jefe máximo del ejército liberal, a través del peculiar Martin Echaide “el arriero de Bargota”, y con apoyo británico.

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Fusilamientos de “El Puy” (Estella/Lizarra), el 18 de febrero de 1838

(Fuente: “Galería Militar Contemporánea”, Tomo II, 1846)

A resultas de estas conversaciones, el 31 de agosto de 1839 se concertaba[3] el “Convenio de Vergara” -popularmente conocido por “Abrazo de Vergara”-, motivado, según Maroto, por “la falta de recursos para sostener la guerra después de tantos años, y la demostración pública de odiosidad a la marcha de los ministerios”.[4]

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El “Abrazo de Vergara” – 31 de agosto de 1839

(Fuente: “Historia de la vida militar y política de Martín Zurbano” de Eduardo Chao, 1846)

Lo cierto es que, desde el primer momento, dicho acuerdo distó mucho de ser aceptado por buena parte del movimiento carlista, que, por otro parte, ya desde bastante antes venía arrastrando graves divisiones internas. El propio pretendiente Carlos V -ya en retirada-, aparte de nombrar a Joaquín Elio como sucesor de Maroto, emitía el mismo 31 de agosto una proclama desde Lekunberri en la cual declaraba a Maroto “traidor, sujeto a todas las penas que las leyes señalan para este delito, y puesto fuera de la ley.” [5]

El citado Convenio, al que se acogieron la mayoría de batallones vizcaínos, guipuzcoanos y castellanos, establecía en su primer artículo que “El Capitán General don Baldomero Espartero recomendará con interés al Gobierno el cumplimiento de su oferta de comprometerse formalmente a proponer a las Cortes la concesión o modificación de los Fueros” [6]…. o sea, nada.

En el resto de artículos, prometía mantener los grados y condecoraciones de los militares acogidos al mismo, indicando en su artículo 6º que “si las divisiones navarra y alavesa se presentasen en la misma forma que las divisiones castellanas, vizcaínas y guipuzcoanas, disfrutarán de las condiciones que se expresan en los artículos precedentes”.

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Baldomero Espartero, Duque de la Victoria (1793-1879)

(Fuente: “Galería Militar Contemporánea”, Tomo II, 1846)

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Rafael Maroto (1783-1853)

(Fuente: “Galería Militar Contemporánea”, Tomo II, 1846)

Pero lo cierto es que la mayoría de los batallones navarros y alaveses, junto con algunos guipuzcoanos, no se acogieron al Convenio, y acompañaron al Pretendiente durante su estrepitosa retirada[7], así como cuando cruzó la frontera franco-española por Urdazubi, a las diez de la mañana del 14 de septiembre de 1839[8], con Espartero pisándole los talones.

Algunos otros batallones cruzaron por Aldude desde Auritz/Burguete, e, incluso, algunos batallones navarros (el 5º y el 11º, concretamente) se amotinaron en Bera de Bidasoa en los días previos, tanto contra Maroto como contra los principales dirigentes carlistas en retirada, y cruzaron la frontera el 15 de septiembre.

Parece que ese mismo debía de ser el espíritu de los carlistas acantonados en Gebara[9], que, pese a la derrota ya evidente de sus tropas (o, tal vez, por desconocimiento de la misma), no se acogieron al Convenio en un primer momento, y siguieron resistiendo. Al frente de las mismas se encontraba el capitán Nicolás Gaviria.

El 17 de septiembre de 1839, el corresponsal del periódico madrileño “El Correo Nacional” en Vitoria informaba[10] de que “se han presentado Calle, Lesmes y Ochoa, y disueltas sus partidas no queda ya más que Basabe hacia la parte de Maestu, […] De modo que en cayendo Guevara queda la provincia pacificada enteramente.”. Y en ese mismo periódico, un parte del general Espartero informaba sobre “el castillo de Guevara, que hace algunos días bloquea el mariscal de campo don Gregorio Piquero, comandante general de la provincia de Álava”.

El día 25 “El Constitucional” informaba de que “todos los pueblos situados alrededor de Guevara están ocupados por nuestras tropas”, detallando más adelante que a Piquero se le ha añadido “la columna de Zurbano”.  Asimismo, “El Correo Nacional” de la misma fecha informaba sobre la toma de Estella el día 20. El castillo de Gebara, pues, quedaba totalmente aislado como último bastión carlista.

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El general liberal Martín Zurbano (1788-1845)

(Fuente: “Historia de la vida militar y política de Martín Zurbano” de Eduardo Chao, 1846)

El 28 de septiembre “El Guardia Nacional” de Barcelona relata que “el 16 del corriente salieron de Vitoria 1.500 hombres, 100 caballos y 4 piezas de artillería y se dirigieron sobre el castillo de Guevara, cuya guarnición se compone de dos compañías de Álava, 40 artilleros, 12 piezas de artillería de grueso calibre y tienen víveres para siete meses. Llegado que hubieron a aquel punto los cristinos, atacaron el fuerte, apoderándose del palacio fortificado que hay en el pueblo, no sin sufrir la pérdida de algunos hombres y un centenar de heridos. El fuerte de Guebara que por otra parte es impenetrable, hizo una vigorosa defensa, pues muy pronto se verá presionado a ceder a la fuerza”.

La “Gaceta de Madrid” (por lo visto, con mejores contactos) informa ya, ese mismo día, de que “el comandante general de Álava con fecha 25 del actual desde el castillo de Guevara a las ocho y media de la mañana manifiesta que en aquel momento han entrado las tropas en aquella fortaleza, que se hallaba provista de víveres para más de tres meses, con un abundantísimo parque y 14 piezas de artillería”.

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Situación actual del palacio de los Guevara, al pie de la colina del castillo

Según refiere en 1894 un anónimo, en artículo redactado para la revista ilustrada “La Vasconia”, publicada en Buenos Aires[11], “a tal extremo llegó el encono de los liberales por este castillo, que al día siguiente de ser ocupado por las tropas de Cristina, se comenzó su demolición. Con objeto de que no quedaran ni vestigios de su existencia, se colocaron doscientas ocho arrobas de pólvora en sus cimientos, prendiéndolas fuego el 30 de noviembre. Al inflamarse se produjo en aquella comarca una estupenda conmoción. Acto tan bárbaro se llevó a cabo a las dos de la tarde, previo aviso a todos los habitantes del valle para que se retirasen, con objeto de evitar desgracias personales”. Fue el general liberal logroñés Martín Zurbano (que ya anteriormente había dado fuego al pueblo de Guevara, el 19 de septiembre de 1838[12]) quien ordenó tal medida, así como el incendio del palacio asentado a los pies del cerro, del cual sólo se mantuvo en pie una torre.

Así lo relataba “El Correo Nacional”[13]: “Las dos de la tarde del 30 anterior era la hora designada para volar el torreón central del Castillo de Guevara y las miradas de la mayor parte de los vecinos de Vitoria y de los pueblos comarcanos, estaban fijas en el viejo alcázar, solar y cuna de los Ladrón de Guevara. Su blancura resaltaba sobre el fondo oscuro de las peñas de San Adrián, y dominando majestuosamente la llanada parecía por opinión, que sentado en el banquillo esperaba impávido y sin remordimientos la descarga de muerte. Las dos habían dado y se notaba alguna impaciencia; cuando al momento suena un grito de admiración y todos los ojos se clavan en el enorme torreón; pero una densa nube de humo lo ocultaba a la vista, y cuando el viento lo fue disipando poco a poco el famoso Castillo de Guevara no era ya más que un montón de informes escombros”.

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Restos del castillo en la actualidad (Fuentes: http://www.nekatur.net y http://www.flickriver.com

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Apenas un mes antes, el 25 de octubre de 1839, las Cortes españolas habían desarrollado el primer artículo del Convenio de Vergara, mediante su célebre “Ley de Confirmación de Fueros”, de apenas dos artículos:

Artículo 1º: Se confirman los Fueros de las provincias Vascongadas y de Navarra, sin perjuicio de la unidad constitucional de la monarquía.

Artículo 2º: El Gobierno, tan pronto como la oportunidad lo permita, y oyendo antes a las provincias Vascongadas y a Navarra, propondrá a las Cortes la modificación indispensable que en los mencionados fueros reclame el interés de las mismas, conciliándolo con el general de la Nación y de la Constitución de la Monarquía, resolviendo entretanto provisionalmente, y en la forma y sentido expresados, las dudas y dificultades que puedan ofrecerse, dando de ello cuenta a las Cortes.

En definitiva, las instituciones forales dejaban, ahora ya de forma explícita, de ser dueñas de sí mismas y de sus decisiones, para depender, en definitiva, de la decisión (o el capricho) benevolente de las Cortes españolas.

Como muy dignamente denunciaba el último Síndico de las Cortes navarras, Ángel Sagaseta de Ilurdoz, “la cláusula “sin perjuicio de la unidad constitucional de la Monarquía”, destruye la existencia de por sí, y como Reino independiente de Navarra; destruye aquella Monarquía, y sus tres Estados, y la convierte en mera provincia de otra. Esto no es confirmar los Fueros; es destruirlos en uno de sus puntos cardinales”[14].

Se cerraba así en falso una herida que, a día de hoy, aún sigue manando….

(Continuará)

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[1] Por poner sólo un ejemplo, ya en 1837 decía Joseph Tanski, un oficial polaco de la Legión Francesa integrada en el ejército cristino-liberal, que “la guerra civil que asola España tiene su origen en el apego que sienten tres pequeñas provincias por unas exenciones que los antiguos gobiernos habían respetado y el gobierno constitucional les ha querido quitar por incompatibles con la igualdad de cargas”. V. “El Informe Tanski y la guerra civil carlista de 1833-1840”. Ministerio de Defensa, 2011. Pág. 74.

[2] Para su propia sorpresa: “Ageno a toda política, en mi retiro, no creí que d. Carlos volviera a llamarme a su servicio, porque sabía bien la oposición de sus consejeros a mi manera de pensar” V. “Vindicación del general Maroto” Madrid, 1846. pág. 93. “…atento solo a complacer a D. Carlos, aun a costa de mis más sagrados intereses, […] acepté el mando, si bien estaba íntimamente convencido de que no se hallaban las tropas carlistas poseídas de aquel patriótico entusiasmo que les animó en anteriores ocasiones a arrostrar impávidas la muerte en cien combates.” Op. Cit. Pág. 100

[3] En realidad, ese día simplemente se teatralizó en Bergara el acuerdo que dos días antes había sido cerrado en Oñati. En concreto, se hizo en las campas ante el palacio Ozaeta, en el barrio de San Miguel, que posteriormente perteneció a la familia de Telesforo Monzón y hoy es ocupado por un conocido establecimiento hostelero. Aunque en los años siguientes hubo varios proyectos, bastante humildes, de poner algún monumento conmemorativo en el lugar, lo cierto es que tuvieron poco éxito, debido al incierto escenario que para los Fueros se planteó en los años siguientes. El 15 de agosto de 1873, al poco de ocupar Bergara durante la Segunda carlistada, el ejército carlista llevó a cabo una ceremonia simbólica de desagravio, en la cual quemaron la caja que, presuntamente, contenía aquella “obra de la impiedad masónica”. Hoy casi nada -apenas una sencilla placa- nos recuerda aquellos importantes acontecimientos.

[4] Proclama de Maroto en Zumárraga, el 30 de agosto de 1839, en Gaceta de Madrid nº 1758, de 05/09/1839, página 4.

[5] “Resumen histórico de la campaña […] de 1833 a 1839 e impugnación del libro que sale a la luz con el título de Vindicación del General Maroto por un emigrado en el mismo país”, de Francisco Salmerón Alonso. Madrid, 1846. Pág. 303

[6] “Historia del Carlismo” de Román Oyarzun (2ª Ed). Editora Nacional. Madrid, 1944. Págs. 133 y ss.

[7] La última ofensiva liberal sobre territorio vasco-navarro se completó en apenas una semana, y, aunque las cifras varían notablemente según las fuentes, parece que entre 6.000 y 8.000 soldados carlistas cruzaron la frontera entre el 14 y el 15 de septiembre. Según el periódico barcelonés “La Constitución” de 23 de septiembre de 1839, “el domingo 15, Bayona se había convertido en una especie de campamento carlista”.

[8] Así lo afirma el Marqués de Miraflores, embajador español en París, en sus “Memorias para escribir la Historia Contemporánea de los siete primeros años del reinado de Isabel II” Madrid, 1844. Tomo II. Pág. 162. El periódico “La Constitución”, en el ejemplar referido en la nota inmediatamente anterior, retrasa el cruce de la frontera a poco después de la una de la tarde.

[9] La fortaleza de Guevara había sido convenientemente acondicionada por el general Bruno Villarreal, el principal militar carlista alavés de la Primera guerra carlista, desde diciembre de 1835, consciente de su emplazamiento estratégico para el control de las comunicaciones entre Vitoria, Gipuzkoa y Navarra. Según relata Antonio Pirala, “los únicos seis duros que llevaba en el bolsillo, los invirtió en aguardiente que repartió entre un batallón, y cada soldado subió con su fusil y una piedra al hombro” (“Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y carlista”. Madrid, 1889. Volumen 3. Págs. 438 y 439). Tal era la confianza puesta en esta sólida fortaleza, que albergó el archivo de campaña carlista, y se usó también como prisión.

[10] Publicado en la edición del periódico de fecha 23 de septiembre de 1839.

[11] Referencia de Aitor González Gato en su artículo “La destrucción del castillo de Guevara (Álava) y su estado actual”. (2005)

[12] “Historia de la vida militar y política de Martín Zurbano”, por Eduardo Chao. Madrid, 1846. Pág. 163. Sus críticos le aplicaban el apelativo despectivo de “el incendiario Varea”, por ser natural de este barrio logroñés.

[13] Wikipedia, artículo “Castillo de Guevara”.

[14] “Fueros fundamentales del Reino de Navarra y defensa legal de los mismos”. Pamplona, 1840. Págs. 17-18. 21 de diciembre de 1839.

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