Entre Altsasu y Algeciras

¿Los agresores de Algeciras no han sido acusados ​​de terroristas porque no son vascos?

Cuatro de los jóvenes de Altsasu han sido detenidos y puestos en prisión preventiva incondicional, debido al «riesgo de fuga» que ve la Audiencia Nacional. Tres de sus compañeros ya hace más de un año y medio que están allí, también preventivamente. La proximidad en el tiempo da por pensar mal en una decisión revanchista relacionada con la fuga del rapero Valtonyc, pero ya deberíamos saber que la justicia es imparcial y que no se mueve por ningún otro resorte que no sea el cumplimiento de la ley.

También es fácil caer en la tentación de comparar la severidad que se gasta con los jóvenes vascos y la holgada complacencia con que ilustres condenados por la misma justicia y por delitos mucho más graves se pasean sueltos, desde la esposa de Bárcenas o el exmarido de Ana Mato hasta los ultras de la librería Blanquerna o el filántropo Iñaki Urdangarin. Pero no debemos hacerlo, porque cada caso es cada caso e incurriríamos en demagogia.

Pero tal vez no es ningún disparate ni tergiversación alguna mirar el caso de Altsasu a la luz (es un decir) de otro caso reciente que sí presenta algunos paralelismos, y que también ha tenido bastante eco. Hace unas semanas, en Algeciras, nueve agentes de la Guardia Civil de paisano fueron agredidos por unas 40 personas que salían muy animadas de un banquete de comunión. Pero no se trató de una bronca con gritos y algún empujón, sino de una paliza con bates de béisbol, ladrillos y piedras, sin contar todo tipo de amenazas, insultos y agresiones verbales. De aquella feroz turbamulta han sido detenidas ocho personas, que se enfrentan a penas de un máximo de 7 años por agresión a agentes de la autoridad, desorden público y riña tumultuaria.

Por supuesto, entre las acusaciones contra los agresores de Algeciras no ha figurado ni por un instante la de terrorismo, y aquí volvemos a pensar mal: ¿será porque, en lugar de «aldeanos embrutecidos» (como calificó a los jóvenes de Altsasu el abogado de los guardias civiles), son de otro lugar más cosmopolita de las Españas? Es decir, ¿debe ser porque no son vascos? Pero es que, además, a nadie se le ha ocurrido ni siquiera investigar las más que posibles relaciones de los agresores con los narcotraficantes que no sólo campan muy a sus anchas por el Campo de Gibraltar, sino que se han hecho dueños y señores e imponen su ley. Por la fuerza bruta, y nunca mejor dicho.

Ante la gravedad de los hechos, sorprende que el gobierno de España no haya enviado dos barcos con diez mil efectivos a controlar Cádiz y Gibraltar. Puestos a pensar mal, alguien podría llegar a pensar que algunos policías que gritan, aguerridos, «¡Que nos dejen actuar!» cuando se trata de pegar a señoras mayores, se lo piensan un poco más cuando se trata de narcotraficantes armados hasta los dientes. E incluso que los narcos tienen por costumbre hacerse más simpáticos pagando muchas cosas, entre otras cosas algunos partidos políticos. Pero esto volvería a ser demagógico, y de un gusto pésimo.

ARA