El uso del yihadismo para ‘salvar a España’

El 16 de octubre de 2012 escribí un artículo titulado El atentado contra Artur Mas, que se publicó en el Singular, en el que hablaba de la necesidad de extremar las medidas de protección del presidente ante un nacionalismo español que es capaz de las mayores barbaridades para detener el proceso catalán. Lo hice para desbaratar la idea, en caso de que alguien la tuviera, de dejar Cataluña en estado de shock, en la misma medida que el atentado contra John Kennedy dejó en estado de shock a los Estados Unidos y que el atentado contra Olof Palme dejó en estado de shock a Suecia. «Le has fabricado un chaleco antibalas», me dijo una amiga psicóloga. Y confieso que la intención del texto era justamente ésa, en el sentido de que los planes para cometer un delito se tuercen una vez que se hace una advertencia pública específica. No suele ocurrir que el urdidor de un delito siga adelante a partir del momento en que alguien le señala como el principal sospechoso. Hay cosas que necesitan oscuridad, mucha oscuridad.

Las cloacas del nacionalismo español, concretamente, son muy activas en la oscuridad. Fueron muy activas a la hora de crear una banda terrorista llamada GAL cuyos miembros -a diferencia de los miembros de ETA- están todos en libertad, y lo serán aún más contra la libertad de Cataluña. «Estamos a punto de cortar las cadenas, y eso es más de lo que puede soportar quien nos quiere encadenados para siempre» -concluía en dicho artículo-. Y, ciertamente, los pasos que hemos dado desde entonces son muchos más de los que el encadenador está dispuesto a soportar. Concretamente, las declaraciones de los ministros españoles de Interior y de Exteriores, Jorge Fernández Díaz y José Manuel García-Margallo -con el apoyo de Ciudadanos-, relacionando el yihadismo con el independentismo, están en este línea y responden a una vieja estrategia política. Digo vieja, porque es la misma que la que relacionaba el independentismo catalán con ETA. El problema que tienen las cloacas es que el peligro de ETA ha desaparecido. No hay duda de que el Estado, para justificar sus políticas represivas, intenta hacernos creer que no ha desaparecido, pero sí lo ha hecho. Y como ha desaparecido, ahora toca instrumentalizar el yihadismo para «salvar España». Piensan que no les queda más remedio, después de que Cataluña no ha picado el anzuelo de las provocaciones. Provocaciones judiciales, policiales, políticas, mediáticas y catalanofóbicas. Buscan la violencia, la buscan, pero no la encuentran. Ni siquiera cuando son ellos los que la ejercen contra ciudadanos por el solo hecho de hablar catalán o llevar una estelada. La respuesta catalana siempre es democrática.

Por eso quiero advertir que hay que extremar las medidas de seguridad ante el riesgo altísimo de que se produzca un atentado yihadista o de apariencia yihadista en Cataluña. Y digo ‘apariencia’, porque la historia ha demostrado que la verdad, si no conviene que surja -como la del 23-F-, no aflora. Formulemos, pues, cuatro preguntas -preguntar en democracia no es delito, ¿verdad?-. Primera: ¿es que podría haber alguien interesado en hacerse el loco, al enterarse de la elaboración de un atentado yihadista en Cataluña, ya sea contra personas o contra un edificio emblemático? No es necesario recordar lo que siempre se ha dicho con relación al atentado etarra en Hipercor, ¿verdad? Segunda: ¿es que podría haber alguien interesado en provocar una conmoción general en Cataluña a raíz de un atentado yihadista espectacular? No es necesario recordar la utilización con intención ‘cohesiva’ que hacía el franquismo de desgracias como la de 1962 en el Vallès Occidental. Tercera: ¿es que podría haber alguien interesado en ‘fabricar’ perversas conexiones entre los autores de un atentado yihadista y personas o entidades independentistas? No es preciso recordar las calumnias y los falsos informes de las cloacas españolas contra el presidente Mas y el alcalde de Barcelona Xavier Trias, acusándolos de tener cuentas en bancos suizos, ¿no es verdad? Y cuarta: ¿es que podría haber alguien interesado en que los Mossos no tuvieran la información necesaria para poder abortar un atentado, o para detener a ciertas personas, o para descubrir un pastel determinado? No es necesario repetir las palabras del jefe de los Mossos, Josep Lluís Trapero, denunciando hasta qué punto el Gobierno impide que la policía catalana tenga acceso a cierta información, ¿verdad?

Se podrían hacer muchas más preguntas y las haremos. De momento, sin embargo, resaltamos que tenemos razones de peso para mantenernos atentos, razones de peso para denunciar al Parlamento Europeo las maniobras del gobierno español en su intento de vincular el proceso catalán con el yihadismo, razones de peso para pedir que los partidos, entidades y colectivos independentistas revisen qué tipo de gente les ha entrado dentro, y razones de peso para reaccionar con la misma firmeza que lo hicimos en 2004 cuando nos decían que la cadena de ataques con bomba en los trenes de cercanías de Madrid era obra de ETA. Repitámoslo una vez más: Estamos a punto de romper las cadenas, y esto es más, mucho más, de lo que puede soportar quienes nos quiere encadenados para siempre.

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