El siglo de los marineros vascos

En el XVI se produjeron dos hitos que cambiaron el mundo: Elcano circunnavegó el planeta por primera vez y Urdaneta estableció la ruta comercial “más importante” hasta entonces.

Óleo sobre lienzo de Urdaneta (1895), de Victor Villán, situado en el Escorial. (Foto: Museo Naval)

Agote recuerda que en el siglo XVI fue fundamental la aportación vasca al dominio de los mares. De las cinco embarcaciones que partieron rumbo a las Molucas, con Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano a la cabeza (1519-1522), tres eran de origen vasco. Solo dos llegaron al archipiélago: la Victoria y la Trinidad. La primera, con Elcano en su mando, continuó hacia el Oeste siendo el primero que dio la vuelta al mundo, mientras que la segunda intentó volver atravesando el Pacífico de Oeste a Este sin éxito.

No fue hasta 45 años después cuando otros dos vascos lograron lo que se llama el tornaviaje, el viaje de vuelta de Asia al continente americano. Fueron el ordiziarra Andrés de Urdaneta y zumarragarra Miguel López de Legazpi.

Después de la primera expedición de Elcano hubo otras que partieron hacia las Molucas. Por ejemplo, en 1527 partió una comandada por García Jofre de Loaisa. En esta volvió a participar el getariarra y también un jovencísimo Andrés de Urdaneta, que en aquella época contaba solo con 17 años. Esta expedición estaba compuesta por siete embarcaciones, de las cuales todas eran vascas, según apunta Agote. Elcano falleció en el viaje y Urdaneta fue uno de los firmantes de su testamento.

Al igual que la anterior, la expedición de Loaisa también fracasó y no pudo establecer una colonia en las islas Molucas, porque solo llegó un barco, en el que se encontraba Urdaneta. Este permaneció ocho años en estos islotes y navegó con los indígenas. “Se sospecha que fue a Japón. Es casi seguro que fue el primer europeo en ir a allí, antes incluso que San Francisco de Javier”, explica Agote, al tiempo que añade que gracias a esta experiencia el marino “le cogió el punto al Pacífico”.

Después de que el emperador Carlos V vendiese los derechos de las Molucas a los portugueses, Urdaneta navegó hasta Lisboa, a donde llegó en 1536 y donde le fue requisado el barco y todas sus posesiones. Posteriormente, volvió a viajar hasta Nueva España (México) y en 1553 entró en la orden de los agustinos.

Seis años después, el rey de España solicitó a Urdaneta que partiese de nuevo rumbo al Oeste, a Filipinas, para intentar descubrir el tornaviaje y así poder establecer una ruta comercial por el que traer “las riquezas” de Asia hasta Europa a través del Pacífico. El jefe de dicha expedición fue Legazpi, que según Agote, fue quien organizó la logística del viaje y quien la financió, mientras que Urdaneta asumió el papel científico de la misma y dirigió la construcción de la flota, en la que se encontraba la nao San Pedro. Además, exigió que un tercio de la tripulación fuese vasca.

Tras llegar a las Filipinas, el 1 de junio 1565 deciden partir de Cebú y para hacer el viaje de vuelta. Urdaneta “decide apuntar hacia el norte, hacia Japón”. Este sabía de la existencia de la corriente Kuro Shivo, una especie de autopista en el Pacífico que tomaron para dirigirse hacia la costa canadiense, para después ir bajando por la costa californiana hasta que el 8 de octubre de ese año arribaron a Acapulco, logrando el tornaviaje y estableciendo “la ruta comercial más importante del mundo durante los siguientes 250 años”. Fue la primera ruta que unió Asia, América y Europa. “El que le da una dimensión global al mundo es Elcano, quien le da una globalidad espiritual al mundo es San Ignacio de Loiola, y quien le da la globalidad comercial es Urdaneta. Todo en el mismo siglo”, afirma.

Como paradoja, la nao San Juan naufragó en Red Bay sobre las mismas fechas, recuerda Agote: “Es muy representativo del dinamismo de nuestros marineros. Mientras unos luchaban con las ballenas en Terranova, otros vascos estaban en el otro extremo del mundo dominando el Pacífico de una forma absolutamente gloriosa”.

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