El hecho nacional

Hace pocos años el independentismo tenía un reto. Reinventarse para salir de un movimiento fuertemente identitario para ampliar la base. Su objetivo era llegar a sectores que eran favorables a un cambio social y un posible nuevo Estado pero que se podían sentir rechazados por el nacionalismo identitario. Muchos de los movimientos estratégicos de entidades como Òmnium o los partidos independentistas, especialmente ERC en la segunda corona del área metropolitana, lograron acercarse de manera natural a estos sectores. Algunos otros experimentos, como el de Súmate, sirvieron para romper clichés sociales, tanto dentro como fuera del independentismo, aunque llevaron el discurso a un extremo en el que ya no es tan útil.

Creo que profundizar en esta línea sin entender la complejidad de cómo se construyen las identidades políticas y nacionales puede llevarnos a graves errores. Ya no sólo es importante no dejar a cero el elemento de identidad nacional catalana en el relato y los discursos por miedo a perder el apoyo de un sector nacionalista. Este sector quiere la independencia para poder vivir su identidad nacional catalana sin la opresión, la negación o la folklorización de un Estado que le juega a la contra. Los riesgos pueden ser que todo el trabajo que hagamos en la construcción de un independentismo de carácter cívico y democrático no sirva para ayudar a penetrar en nuevos sectores sencillamente porque falta un proyecto de identidad nacional. No nos engañemos, la identidad nacional tiene un papel importante en la opción de apoyar o no a una República catalana, y en especial en el sector no independentista. Pretender que personas de identidades híbridas y complejas den un salto en el vacío hacia un proyecto de un nuevo Estado que carece de proyecto nacional es no entender nada.

Ahora mismo estamos en un punto en que el independentismo debe reinventarse. Crear un nacionalismo banal de Estado, esta herramienta de «construcción de nación» que tienen todos los estados modernos del mundo, desde el nacionalismo banal cívico de las socialdemocracias nórdicas al «we the people» basado en el respeto a las libertades individuales de los estados liberales anglosajones. El independentismo ha de construir un nacionalismo banal con elementos como las oportunidades sociales y económicas o disfrutar de una sociedad mucho más activa socialmente. Pero renunciar a elementos de identificación nacional como la lengua, la cultura del país o la historia (vaciada de una falsa épica), puede significar que la alternativa al nacionalismo banal español que ofrecemos carezca de lo que debe tener cualquier nacionalismo banal de Estado: elementos de identidad nacional con los que te puedas identificar.

EL PUNT-AVUI