El carlismo en el siglo XX


«Dice Ud. que somos los responsables de la separación de (Alta) Navarra del resto de Euskalerria. Las únicas veces que (Alta) Navarra luchó junto al resto de los Estados que forman Euskalerria fue durante las guerras carlistas. (…) Si a lo que se refiere es que los carlistas no secundaron el Estatuto del 36 fue porque este se diferenciaba del Estatuto de Estella (1931) en que éste último fue aprobado por todos los vascos y archivado por la República en un cajón y el Estatuto del 36 fue impuesto desde Madrid. La soberanía política recae en la persona humana y esta cede de su derecho y libertad en las comunidades políticas superiores. El Estado Español no es quién para dotarnos a los vascos de ninguna ley, estatuto o concierto económico. Somos los vascos quienes cedemos al Estado aquellos derechos que queramos, que nos interesen.» «Nosotros los carlistas» Eudo E.K.A. Bizkaia.

El Carlismo fue evolucionando como lo han hecho todas las ideologías. Tras las contiendas del siglo XIX surgieron tres líneas principales que poco a poco seguirán su vida propia hasta el presente: el carlismo del integrismo político-religioso o «tradicionalistas», una segunda línea que se puede definir como carlismo de izquierdas y una tercera línea, la del nacionalismo vasco que se separó del carlismo y que tendrá ideología y vida propia. El carlismo aceptó como sucesores de Carlos VII a la corona española a: Don Jaime, Alfonso Carlos, Javier y a Carlos Hugo de Borbón y Parma.

Diferenciaba el bilbaíno Miguel de Unamuno (1864-1936) a comienzos del siglo XX estas dos clases de carlismo: el intrahistórico y popular, «con su fondo socialista y federal y hasta anárquico» y el carlismo que encontraría su forma más característica en el integrismo «ese tumor escolástico, esa miseria de bachilleres, canónigos, curas y barberos ergotistas y raciocinadores» (La crisis del patriotismo español. O. C. III p 951) .

El Imperio español copió el centralismo administrativo y el uniformismo político de la Revolución Francesa que en palabras del carlista-integrista Mella «acabó con las libertades municipales, con los gremios, las Corporaciones, toda la antigua organización, reuniendo el poder en un solo punto y creando el absolutismo más tiránico, ya que éste no existe sólo cuando lo ejerce un monarca, sino cuando lo impone un grupo que tiene en sus manos las Cámaras que él mismo ha creado». Una nueva plutarquía y diferentes militares mandaron en España a finales XIX y en gran parte del siglo XX en sustitución del rey absolutista y sus omnipresentes ministros.

La ideología del carlismo a comienzos del siglo XX se podría resumir en: la tradición apostólica, la corona como nexo de unión, la concepción de España a través del regionalismo y del foralismo y la concepción democrática de España al reclamar la soberanía no para el Estado sino para la sociedad a través de sus organizaciones naturales: la familia, el municipio, la región y las «nacionalidades». La extrema ideología católica de muchos dirigentes o «tradicionalistas» de derechas, y su concepción más unitaria de España frente a la línea oficial del carlismo, fueron las causas que terminaron por crear las dos corrientes dentro del mismo.

A partir de 1890 el marqués de Cerralbo estuvo al frente del carlismo , reconstruyéndolo como un moderno partido de masas, centrado en asambleas locales, llamadas «Círculos carlistas», que llegaron a ser cientos en España y con más de 30.000 asociados en 1896. En 1910 los carlistas ocuparon 4 escaños en el parlamento español en el que, en una profunda contradicción, decidieron participar y en 1914 quedaron reducidos a tan sólo 2 escaños. En 1913 comenzó a organizarse el requeté como la organización paramilitar del partido.

La corriente tradicionalista del carlismo, tal y como explica Miguel Izu: «En los años 20 y 30 de este siglo (XX) algunos tradicionalistas -carlistas y no carlistas- se aproximan a la nueva derecha autoritaria española que, tras colaborar en Acción Española -Maeztu, Pradera- se fundirá con los falangistas bajo el caudillaje de Franco en lo que se llamó Falange Española Tradicionalista (FET) y de las JONS, luego reconvertido en el Movimiento Nacional. Ni que decir tiene que se trataba también de un movimiento político moderno, influido por las corrientes autoritarias que recorren Europa el primer tercio de siglo». Eran Vázquez de Mella, Cerralbo, Víctor Pradera y otros líderes carlistas después germanófilos o pronazis, conocidos como mellistas, que habían dejado el partido en 1919 y que se habían reorganizado como Partido Católico Tradicionalista, tras el enfrentamiento de Mella con el pretendiente Don Jaime de Borbón y su giro a la «izquierda» y el posterior apoyo del carlismo a los aliados durante la Segunda Guerra Mundial..

La unificación impuesta con la Falange y las JONS terminó con el carlismo como partido, aunque no como corriente política, por un lado fue perseguido por el franquismo y perdió sus periódicos y edificios, pero por otro mantuvo una cierta influencia en el gobierno franquista a través del Ministro de Justicia, elegido entre los carlistas, al tiempo que manifestaban su disgusto con la ideología parafascista que predominaba en la FET y de las JONS.

En una entrevista, Carlos Hugo de Borbón y Parma pretendiente carlista y dirigente del movimiento en los años 70, aclara: «Cuando mi padre, Don Javier Borbón y Parma, negoció con el general Emilio Mola la participación de los requetés en el alzamiento de julio de 1936 (Javier presidió la junta suprema militar golpista), se acordó que, cuando este triunfase, se abordaría la forma de gobierno con una votación popular. Pero las cosas fueron de otro modo. Franco, apoyado por alemanes y británicos -lo que no se suele comentar-, se hizo con el poder y en abril de 1937, forzó la unificación de la Falange y el carlismo. Mi padre se negó a que este se integrara en una organización totalitaria y se dio así la paradoja de ser los carlistas unos vencidos en el campo del vencedor (…)

Javier de Borbón y Parma tomó la dirección carlista en enero de 1936 y oficialmente en septiembre de ese año, tras la muerte del anciano Alfonso Carlos, que sólo estuvo 5 años al frente de la misma a la que llegó contando ya con 82 años. Javier se hizo con el mando carlista tras una crisis interna a la hora de designar a un nuevo pretendiente al morir sin descendencia Alfonso Carlos, disputa que ganó Javier I que se mantuvo al frente del carlismo hasta 1975.

En abril de 1937 el dictador Franco completó la maniobra de anulación del carlismo con la reorganización de las brigadas navarras, colocando al frente de ellas jefes militares africanistas y mezclando los batallones de requetés con otros de otra procedencia que los desbordaran cuantitativamente de forma que no se pudieran sublevar. Los pocos carlistas que aceptaron la unificación -el conde Rodezno, su grupo y algunos de procedencia integrista-, fueron expulsados de la Comunión Tradicionalista (nombre que había adquirido el Partido Carlista) por el pretendiente don Javier de Borbón.

Más tarde, don Javier sería expulsado de España tras haberse entrevistado con Franco, al cual manifestó la total discrepancia del carlismo con la unificación y los rumbos totalitarios de carácter nazi del nuevo Estado. En octubre de 1937 se sucedieron numerosas detenciones de carlistas en Burgos, San Sebastián, Vitoria y Pamplona por las manifestaciones antifranquistas organizadas por la AET (estudiantes carlistas) el día 12 de octubre, «Festividad de la Raza» española .

Durante la Segunda Guerra Mundial, la línea oficial carlista se negó a alistarse en la fascista División Azul, Javier de Borbón y Parma intentó crear una unidad carlista que combatiera junto a los aliados, y colaboraron con la resistencia francesa para pasar información a Inglaterra. Carlos Hugo: «Javier Borbón y Parma luchó contra los nazis en Bélgica (como coronel del ejército belga), fue apresado e internado en el campo de concentración de Dachau en 1945 (Munich, Alemania, acusado de comunista), Franco se negó a repatriarlo por lo que el carlismo quedó descabezado». Después estuvo al frente de un grupo de 100 maquis antifranquistas. Al finalizar la segunda guerra mundial y una vez liberado, Javier de Borbón declaró que, en caso de una nueva guerra «civil», los carlistas no lucharían en el bando franquista.

Tras desaparecer como partido, entre 1970 y 1972 el Partido Carlista (PC, desaparece el nombre de Comunión Tradicionalista anterior) se reorganizó en los «Congresos del Pueblo Carlista» en Arbona (Lapurdi), pues en 1968 el dictador F. Franco expulsó al nuevo pretendiente carlista e hijo de Javier, Carlos Hugo de Borbón y Parma, por pedir la unificación de Alta Navarra, Bizkaia, Gipuzkoa, Alaba y La Rioja en Valvanera (patrona de La Rioja) y por una entrevista en la que comentó: «Ahora entiendo por qué Franco eligió a Juan Carlos como sucesor».

En estos congresos se materializó el cambio ideológico del carlismo hacia un socialismo autogestionario y la conversión del Partido Carlista en un partido de masas sí, pero federal y democrático que aspiraba a una monarquía socialista basada en el pacto entre la dinastía y el pueblo. Línea que dentro del carlismo ya había abierto el pretendiente Jaime III en la etapa anterior (conocidos entonces como «jaimistas»), inspirándose en la doctrina social de la Iglesia Católica derivada del Concilio Vaticano II, renovando su foralismo en clave confederal.

«No se trata de renunciar al término «Tradición». ¿Quien va a negar ahora que Arizmendiarreta, fundador del cooperativismo guipuzcoano fuera tradicionalista ?¿Quien va a negar que en él subyace un socialismo cooperativista?. Joannot de Haraneder.

La tendencia más a la izquierda del partido (Fuerzas Activas Revolucionarias Carlistas) celebró su propio Congreso en enero de 1972, en el mismo se habló de una «Federación de Repúblicas Socialistas Ibéricas, incluyendo en el término Ibéricas, además de los pueblos sometidos al Estado Español, los territorios peninsulares sometidos al Estado Portugués y los territorios vasco y catalán sometidos al Estado Francés. Tal Federación debe formarse en un proceso de integración voluntaria de los diferentes pueblos, y debe entenderse como un primer paso y un medio hacia un mundo socialista (…) Se reconoce por tanto el principio de autodeterminación de los pueblos» .

Tras la muerte del dictador F. Franco (1975), el príncipe Sixto de Borbón, hermano del pretendiente Carlos Hugo, apoyado por elementos de origen franquista, intentó organizar un carlismo de extrema derecha alternativo al Partido Carlista que se había inclinado, en su opinión, hacia la izquierda, contaba para ello con una fuerte colaboración de la ultraderechista Fuerza Nueva, llegando sus seguidores a ejecutar un atentado contra los carlistas fieles al pretendiente Carlos Hugo en la concentración anual del carlismo en 1976 en Montejurra-Jurramendi, donde se conmemora anualmente la batalla que tuvo lugar allí en 1873, en lo que comúnmente se denominó como los «sucesos de Montejurra» y que se saldaron con la muerte a balazos de dos carlistas y varios heridos.

El Partido Carlista tenía 8.500 militantes en 1977, no pudo participar en las primeras elecciones al parlamento español tras otra dictadura de otro General (hubo media docena en poco más de medio siglo 1868-1936), por no llegarle el reconocimiento a tiempo, lo que no impidió que pidiera el voto positivo para la Constitución española de 1978. En 1977 se aplazó su legalización para descabalgarlo cuando tenía importante base social, en opinión de su máximo dirigente en esos años Carlos Hugo de Borbón y Parma.

Sin embargo, una parte importante de los militantes y simpatizantes del partido optaron por entrar en movimientos nacionalistas vascos y regionalistas de izquierdas. En las elecciones generales de marzo de 1979 el PC obtuvo 50.552 votos (0,28%) y quedó sin representación parlamentaria. Los mejores resultados los obtuvo en Comunidad Foral Navarra (CFN) con el 7,72% y Comunidad Autónoma Vasca (CAV) con 0,65 (divisiones administrativas españolas de Nabarra). El PC dejó de acudir a la mayoría de los procesos electorales por falta de fondos y militancia. Carlos Hugo I, que se había presentado como cabeza de lista por la CFN, dimitió de su cargo y causó baja en el Partido Carlista en 1980 tras la derrota electoral, aunque sin renunciar a sus derechos dinásticos a la corona de España.

«El carlismo, por su concepción de un Estado plurinacional, muy próxima por consiguiente a los planteamientos de la mayor parte de los partidos autonómicos, puede aportar una visión política de la sociedad de futuro, para articularla desde abajo con una democracia más directa y con la aplicación del principio de subsidiariedad» Carlos Hugo de Borbón y Parma, pretendiente carlista.

El carlismo hoy

Los carlistas son partidarios de la «capilaridad», de la potenciación del poder de los municipios incluso de los barrios en «Auzolan», el respeto a la idiosincrasia de los pueblos y las realidades históricas de la corona española que tenían su máxima referencia en los Fueros o derecho pirenaico, tanto nabarros como aragoneses y de los diferentes territorios que configuraron ambos reinos o Estados.

Finalmente, la derecha del carlismo se separó del Partido Carlista y los elementos tradicionalistas del carlismo se reorganizaron en el «Congreso de la Unidad Carlista» celebrado en 1986 en San Lorenzo de El Escorial -Madrid- prefundando la Comunión Tradicionalista Carlista (CTC, nombre que retoman de la etapa anterior), que se proclama heredera y continuadora de la historia, doctrina y pensamiento monárquico y político del carlismo. Esta formación actualmente no reconoce a ningún pretendiente dando por zanjada esta cuestión y aceptando a Juan Carlos I, el rey impuesto por el último dictador Francisco Franco. En una purga, expulsaron del partido a los cuadros franquistas e integristas que se habían incorporado al mismo 1996.

El CTC obtuvo 25.000 votos en toda España en sus candidaturas al Senado en 2004 y 45.000 votos en sus candidaturas al Senado en las elecciones generales de 2008 también en toda España pero apenas tuvo votos en la CAV y CFN.

El «Tradicionalismo» tendría como puntos centrales: «Dios, Patria, Fueros, Rey»:

1ª España, o mejor, las Españas, son un conjunto de pueblos dotados de peculiaridades históricas, culturales, institucionales, políticas y jurídicas, unidos por dos lazos: la fe en el mismo Dios y la fidelidad al mismo Rey.

2ª Por ser la verdad revelada superior a las actividades volitivas o a los extravíos intelectuales de la criatura racional, la Religión católica, apostólica, romana se halla por encima de toda discusión. La Comunión Tradicionalista recaba la gloria de las Españas en su función secular de brazo armado de la verdad católica.

3ª Como encarnación de las varias Tradiciones aunadas en la Tradición común de las Españas, los Fueros de cada Reino, Principado, Señorío o Provincia cobrarán vigor completo, atemperados a las circunstancias de nuestra época. Asimismo se instaurarán los fueros orgánicos de las instituciones sociales que lo requieran.

La evolución de la parte más tradicionalista o de «derechas» del carlismo, se observa en el más famoso canto carlista, Oriamendi, llamado así por una batalla que tuvo lugar durante la Primera Guerra Carlista en ese monte cercano a Donostia (1837), donde se ve que para los carlistas del siglo XIX España y Euskal Herria eran dos cosas distintas unidas por la corona y nada más, así lo decían el texto original:

Gora Jainko maite maitea
zagun denon jabe.
Gora Espania ta Euskalerria
ta bidezko errege.
Maite degu Euskalerria,
maite bere Fuero zarrak,
asmo ontara jarriz daude
beti karlista indarrak.
Gora Jaingoiko illezkor!!!
Gora euskalduna,
auto ondo Espaniako
errege bera duna!!!

(Viva Dios queridísimo/tengámoslo todos por dueño./ Vivan España y el País Vasco

y el rey legítimo./Amamos al País Vasco,/amamos sus viejos Fueros,/a esta idea están orientadas/siempre las fuerzas carlistas./¡Viva Dios inmortal!!/¡Viva el vasco,/que tiene bien/el mismo rey de España!!).

Y en el siglo XX, el ala carlista del integrismo político-religioso o «tradicionalistas», pasó a escribir la canción en español, cambiando totalmente la letra y el significado por Ignacio Baleztena (1887-1972 Pamplona) para poder ser cantado por los batallones carlistas o requetés, integrados en los batallones del fascismo español llamado también «franquismo» en honor a su caudillo:

Por Dios, por la patria y el Rey
Lucharon nuestros padres.
Por Dios, por la patria y el Rey
Lucharemos nosotros también.
Lucharemos todos juntos
Todos juntos en unión
Defendiendo la bandera
De la Santa Tradición.
(bis)

El carlismo de izquierdas actual se declara laico, federal-no monárquico y continúa electoralmente como Partido Carlista (PC). Tras participar en la creación del partido comunista español «Izquierda Unida» (1986-87) se salió de la coalición y desde diciembre de 1991 funciona como una federación de partidos (en coherencia a su propuesta como estructura política para España), a la que está federado en CFN y CAV el Partido Carlista de Euskalherria / Euskal-Herriko Karlista Alderdia (EKA), con el lema «Libertad, Socialismo, Federalismo y Autogestión». Inicialmente fue denominado por influencia de la terminología aranista «Euskadiko Karlista Alderdia» que sustituyó al quedar «Euskadi» como nombre para una autonomía española dada por Madrid a la Nabarra Occidental.

«En la larga lucha por la recuperación de las Libertades, se ha acudido según los tiempos, a lemas o principios con cuyo apoyo se pensaba iba a ser posible alcanzarlas. Primero fueron los de Dios, Patria, Rey, después fueron los de Dios, Patria, Fueros y Rey y actualmente Libertad, Socialismo, Federalismo y Autogestión». Partido Carlista de Euskalherria / Euskal-Herriko Karlista Alderdia

En el año 2000 comenzó un proceso de reconstrucción del partido y se presentó a las elecciones municipales de 2003 en varios municipios nabarros, obteniendo representación en unos pocos ayuntamientos. En las últimas elecciones españolas del 2008 EKA obtuvo poco más de 2.000 votos. En 1998 fue uno de los partidos y asociaciones firmantes del Pacto de Lizarra-Estella junto con el nacionalismo vasco, y en 2005 se pronunció en contra de la Constitución Europea.

«Nosotros no hemos fracasado. El fracaso es de toda la sociedad. Los fracasados son Uds. que creen en esa Europa que nos están vendiendo. Una Europa hecha a espaldas de los pueblos que la componen. La Europa de los mercaderes y la burguesía más reaccionaria.

Nosotros creemos en una Europa nacida de la cesión del derecho que nos corresponde como pueblo. Tampoco admitimos ni admitiremos las concesiones de un único Estado Europeo. Somos nosotros quienes dotamos al Estado de su soberanía política a través de nuestras instituciones. Somos nosotros como vascos quienes la cedemos al Estado Español y en consecuencia al Estado Europeo.» «Nosotros los carlistas» Eudo E.K.A. Bizkaia.

«¿Cuándo se estudiará con amor aquel desbordamiento popular que transcendía de toda forma? ¡Cuántas cosas cabían en los pliegues de aquel lema: ¡Dios, Patria y Rey!… Lo encasillaron y formularon y cristalizaron, y hoy no se ve aquel empuje profundamente popular; aquella protesta contra todo mandarinato, todo intelectualismo, y todo charlamentarismo, contra todo aristocratismo y centralización unificadora. Fue un movimiento más europeo que español, un irrumpir de lo subconsciente en la conciencia, de lo intrahistórico en la historia. Pero en ésta se empantanó y al adquirir programa y forma, perdió su virtud. ¿Para qué seguir escribiendo de un momento intrahistórico que sólo vemos con prejuicios históricos? Quédese para otra ocasión». Miguel de Unamuno (En entorno al casticismo, O.C. III, pp. 301 y 302)

NOTAS:

1- www.eka-partidocarlista.com/unamuno.htm

2- Referencias sobre la historia del carlismo sacadas de la wikipedia.

3- Xavier Casals, Revista Clio

4- www.eka-partidocarlista.com (historia)

5- Nota anterior.

Publicado por Nabarraldek argitaratua