Despoblamiento rural: del alarmismo al cambio estructural

Hace unos días el presidente de la FNMC presentó en el Parlamento un estudio sobre la evolución de la población en Navarra en los últimos diez años. Las conclusiones del análisis no por conocidas dejan de ser graves y han sembrado la alarma en instituciones y medios de comunicación que se han hecho eco de la noticia de forma extensa.

Los datos confirman que Navarra ha crecido un 6% en número de habitantes en los últimos diez años pero, ante todo, ponen de relieve la asimétrica ubicación de la población dentro del territorio. De los 643.000 habitantes, 345.000 (el 54%) vivimos en Iruñea y su comarca, y el resto nos distribuimos de forma desigual por las demás zonas. En términos de densidad, la comparativa entre la Cuenca de Pamplona y el Pirineo nos aclara hasta dónde llega la magnitud del fenómeno; así en la capital y sus aledaños estamos en 1.039 personas/km2 y en los valles pirenaicos en 4,1 personas/ km2. Desolador.

Está claro que la capital se consolida como referente de desarrollo económico y servicios, mientras que el mundo rural se desvanece. Evidentemente, esto no sucede por casualidad, sino porque en Navarra las políticas de desarrollo económico, movilidad y fomento de la vida social planteadas en las últimas décadas no pasan por la activación de las zonas periféricas, ni de la economía del sector primario ligado a ellas. Tampoco por asumir el territorio como referente de las decisiones socioeconómicas importantes. Más bien al contrario, se plantea una concepción centralizada de políticas y servicios, estructurada casi siempre de forma sectorial.

El fenómeno no es exclusivo de Navarra, sino de escala mundial. Así, la Agenda 2030 de la ONU ha planteado como reto el crecimiento sostenible de nuestras sociedades, lo que incluye la cohesión territorial: «Reconocemos que la gestión y el desarrollo sostenibles del medio urbano son fundamentos para la calidad de vida de nuestras pueblos. Trabajaremos con las autoridades y las comunidades locales para renovar y planificar nuestras ciudades y asentamientos humanos con miras a fomentar la cohesión comunitaria y la seguridad de las personas… tendremos en cuenta las tendencias y previsiones demográficas en nuestras estrategias y políticas nacionales de desarrollo rural y urbano» (Agenda 2030, art. 34).

Bajo mi punto de vista, ha llegado el momento de asumir una estrategia clara de recuperación del mundo rural como base para el equilibrio y la cohesión territorial de Navarra. Así debe ser si, más allá del discurso populista, se quiere de verdad revertir la tendencia actual. No son suficientes declaraciones de preocupación, incluso alarmistas, que duran «lo que duran dos trozos de hielo en un whisky on the rock’s» para, acto seguido, continuar con las políticas estructurales de siempre que, precisamente, son las causantes de tal situación.

Una de las claves de esa nueva política la constituye la creación de una estructura administrativa local capaz de hacer frente al centralismo que subraye la referencia al territorio como base para el desarrollo económico y la mejora de los servicios públicos en las zonas rurales. Eso se traduce en plantear una nueva planta local para Navarra.

Se trata de potenciar el municipio como gestor de las políticas importantes y apostar por consolidar una red local bien diseñada y eficiente a nivel de zona. Una nueva planta que potencie las competencias de las entidades locales y vincule las políticas sectoriales al territorio, que financie mejor a los ayuntamientos –no en función del número de habitantes sino de objetivos vinculados al desarrollo local– y que organice las competencias a gestionar de forma supramunicipal en estructuras vinculadas al territorio, como lo son las comarcas, frente a otras de carácter sectorial.

En esta labor estamos desde hace más de dos años con la preparación de la Reforma de la Administración Local. El proceso de participación ha finalizado y se acerca el momento de enviar la propuesta al Parlamento. Es la hora de tomar decisiones y demostrar, sin alarmismos, que hay una apuesta seria en los partidos políticos y agentes sociales por cambiar tendencias y transformar este modelo de desequilibrio en otro más cohesionado, y hacerlo con herramientas eficaces.

* Director General de Administración Local del Gobierno de Navarra

Naiz