Desmitificar el derecho internacional

Robert Knox  es un joven profesor de la  Universidad de Liverpool   que participó en la  ‘Escuela de Verano’  de la  CUP  , celebrada en Sant Cugat del Vallès  hace una semana. Su ámbito de estudio es el derecho internacional, al que se aproxima críticamente dada su militancia marxista. Está escribiendo un libro junto con otro autor marxista, China   Miéville, que llevará un título muy explícito: ‘Contra el derecho internacional’ .

Una de las ideas que atravesaba su conferencia era que el  pueblo catalán  no puede confiar en una hipotética vía a la independencia basada en el derecho internacional.  Podemos hacer un «uso táctico» de este ámbito del derecho, pero difícilmente encontraremos una vía suficiente de legitimación. Ningún actor internacional dirá: «De acuerdo, habeis seguido todos los pasos correctamente, ahora mereceis ser independientes y tendreis nuestro apoyo».

A juicio de Knox, sólo creando una crisis política de grandes proporciones, a través de la  movilización , podremos acceder a la independencia.  Primero se crea el   problema político y luego ya se encontrará respuesta desde el derecho.

Esta visión está basada en la misma historia del  derecho a la autodeterminación. Es cierto que la autodeterminación forma parte del derecho internacional y que ha servido como legitimación de muchos procesos de independencia. Pero no es menos cierto que siempre ha sido aplicada en contextos de crisis intensa de los Estados, precisamente como una manera de ordenar y canalizar el conflicto. Fijémonos por ejemplo en el momento en que la autodeterminación pasó a formar parte del derecho internacional, tras la Gran Guerra , en el contexto de tres imperios que se hundían. Por un lado se aplicó al Imperio ruso , en el que había tenido lugar la revolución de los soviets y los bolcheviques. Lenin ya la había defendido en su libro ‘El derecho de las naciones a la autodeterminación’  (1914). Por otra parte, se aplicó en todas aquellas naciones que formaban parte de los imperios derrotados en la guerra, el otomano y el austrohúngaro.

Otro hecho también importante es que esta apelación al derecho se hacía a través del apoyo de una gran potencia, que es quien presionaba para hacerlo efectivo.  El presidente de los   EE.UU , Wilson, defendió la autodeterminación en sus 14 puntos, precisamente para contribuir al desmembramiento de los imperios derrotados. En cambio, este derecho no se aplicó en aquellos países que formaban parte de los imperios vencedores, como es el caso de Irlanda o de   Indochina , por ejemplo. Ambos pueblos deberían emprender sus respectivas guerras de liberación.

EL TEMPS