Contraataque

Hay un evidente cambio de táctica procesal de defensa en el caso del proceso político que el régimen neofranquista está siguiendo contra el independentismo catalán. Los presos y rehenes políticos han abandonado las habituales técnicas defensivas de perfil bajo, de no provocar la ira de los inquisidores, de ceder en unos puntos u otros, de guardar las formas para suavizar las consecuencias.

Ya era hora. Nada de lo mencionado anteriormente sirve ante el ánimo vindicativo de unos jueces motivados por el deseo de justicia, sino por el odio y la venganza en un contexto represivo que aplica a Cataluña el castigo penitenciario añadido del injusto alejamiento de los presos. Es decir, la criminalización del independentismo catalán, el intento de persentarlo como terrorismo por analogía con el País Vasco es política de gobierno desde el comienzo ya ello se han adherido animadamente los jueces que no son de verdad jueces sino agentes del poder político y de su partido, el PP.

Y no sólo se han adherido, sino que han endurecido las condiciones penitenciarias de los rehenes hasta un punto sádico (casos de los presos con hijos pequeños, como Junqueras o Forn) o las han llevado más allá, impulsados por sus convicciones franquistas. Así en la desgraciada ejecutoria de la instrucción de Llarena que algún día pesará sobre su conciencia, si la tiene, resalta en especial las inquisitoriales exigencias de arrepentimiento y abandono de las convicciones personales de los acusados ​​a cambio de promesas de libertad que luego se cumplirían o no, según le diera al juez.

Una vez más se ha demostrado que en situaciones de injusticia, iniquidad y arbitrariedad, la táctica de apaciguamiento de la víctima es un grave error. El victimario se crece y, cuanto más se le concede, más se le debe ceder y conceder, hasta negarse a sí misma. Afortunadamente, este error estrategia de defensa procesal que, además, tiene un efecto demoledor sobre la moral de quienes lo apoyan y secundan el movimiento, parece haberse terminado y ha sido sustituida por la que hace falta: la firme defensa de los presos, de sus convicciones independentistas y la negación de que el movimiento independentista pacífico sea un delito. El delito, a nuestro entender, están cometiéndolo aquellos que se aferran a él con la fuerza arbitraria del Estado y un torcido codigo penal en la mano.

Al fascismo no se le derrota haciéndole concesiones. Ni una. Cediendo se han perdido seis meses.

Las últimas declaraciones de los presos políticos ante el citado juez son lo que deberían haber sido desde un principio: reivindicación del derecho de autodeterminación del pueblo catalán, defensa de las convicciones independentistas de los presos, compromiso firme, pacífico y democrático con la república y la emancipación del pueblo catalán. Afirmación del derecho de los injustamente presos a las convicciones independentistas, guste o no guste a estos jueces franquistas y monárquicos.

Es obvio que unos jueces, que tienen la inclinación de someter la justicia a un ideario nacional-católico, nunca admitirán que el derecho de los catalanes a la independencia es igual que el de los españoles. Ni más ni menos. Nunca tampoco que no son nadie para juzgar un litigio político en el que no está en juego la legalidad, sino la legitimidad. Confiar en que rebajando las aspiraciones de los rehenes y escondiendo sus convicciones se ablandará el propósito de unos jueces es iluso y contraproducente. Los presos son rehenes de la arbitrariedad represiva; su destino es ejemplificador e intimidatorio; no tiene nada que ver con la justicia; trata de desmovilizar la población castigando con crueldad a sus representantes democráticamente elegidos.

La única vía de acabar con la vergüenza de esta causa general contra el independentismo es la que, por fin, se ha tomado en los últimos días: una unidad firme del movimiento en todos sus aspectos: firme defensa del derecho de Cataluña a la independencia ante los jueces inquisitoriales del Estado español: firme y masivo apoyo de la sociedad catalana a sus representantes encarcelados y en el exilio: y firme voluntad de los dirigentes legítimos en el exilio de proseguir con la construcción de una República Catalana en los foros internacionales.

La única forma de acabar con la represión de un Estado fallido es obligarle a mostrarse como es a ojos del mundo.

EL MÓN