Ciudadanos, comunes y clase obrera

Una de las claves de la victoria de C’s en las elecciones del 21-D fueron los espectaculares resultados que sacaron en el área metropolitana de Barcelona en barrios y poblaciones tradicionalmente considerados como el cinturón rojo por el apoyo que obtenía el PSC/PSOE.

El independentismo ha hecho mucha autocrítica y deberá reflexionar sobre cómo penetrar en estos barrios y «vender» su programa, pero el principal damnificado por el cambio de voto no ha sido el independentismo y ni siquiera el PSC, han sido los Comunes, ya que se supone que estos barrios deberían representar su ‘target’ de votantes preferente y donde deberían dedicar la mayor parte de sus esfuerzos. La caída de escaños de Cataluña en Común, esta vez con Ada Colau plenamente implicada en el proyecto, sí que debería resultarles altamente preocupante. Más aún cuando su potencial votante ha decidido apoyar una formación tan en las antípodas de los comunes -y de sus propios intereses «de clase» – como Ciudadanos.

Que decenas de miles de personas con rentas medias y bajas voten a un partido que defiende privatizar la sanidad o favorecer y abaratar el despido sólo porque hacen una defensa cerrada de la unidad de España se debe entender como un fracaso de las fuerzas que durante años se han vendido a sí mismas como las defensoras de los derechos y las luchas de estas personas. Eso sí, desde el paternalismo salvador, nunca intentando entender qué necesitan y qué quieren. Por eso, después llega Arrimadas con sus cuatro eslóganes sobre recuperar trabajos y sueldos dignos y pasa la mano por el hombro a todos los del «núcleo irradiador».

Pero este fenómeno de desconexión entre las élites de los partidos «obreros» y los propios obreros no es nuevo en este país. Y su paternalismo, tampoco. Por eso sus resultados electorales siempre son ridículos en comparación a la cantidad de población que se supone que les debería votar. Se cuenta una anécdota -no sé si cierta- de una reunión del PSUC a donde llegó corriendo y trastornado Manolo Vázquez Montalbán gritando: «¡¡¡Han secuestrado a Quini!!!» «¿A quién?» le respondieron los compañeros que había en la sala. No sabían quién era Quini. Se decían defensores de los obreros pero eran incapaces de entender algo tan simple y a la vez tan importante para sus compañeros como el fútbol. Ellos estaban por encima de estas cosas. Y lo mismo ocurre actualmente entre muchos prohombres de la nueva izquierda transformadora. Frases grandilocuentes, grandes discursos vacíos de contenido pero siempre con una línea invisible que separa los líderes de los guiados. Leer a Raimundo Viejo en un tweet diciendo: «Ante el encierro del nosotros identitario algunos no conciben otra respuesta que el repliegue en un yo individualista. El resultado es una disyuntiva destructiva: o heteronomía comunitarista, o anomia liberal. La vida, sin embargo, es autonomía de las singularidades en simbiosis». Ayuda a entender el tono mesiánico que proyectan sobre la clase obrera este tipo de salvadores. Por eso cuando se les presenta alguien como Arrimadas (o Albiol en Badalona) y les habla con mensajes claros y directos sobre desempleo, salarios y similares, estas personas que, además, esta vez también votaban en clave nacional, optan por un voto claramente identitario español y hacia partidos que, a la hora de la verdad, ni han hecho ni harán nada para defender sus intereses sociales.

Si, el independentismo tiene un problema con la parte identitaria para entrar en estos barrios a vender su proyecto social. Y tiene que trabajar mucho para conseguirlo ya que de ello depende que el proyecto político republicano alcance la mayoría crítica irreversible. Pero lo está haciendo y poco a poco ha ido entrando. En cambio, los Comunes han fracasado, fracasan y fracasarán mientras no entiendan que no deben ir a salvarlos de nada. Pero de momento no han hecho ninguna autocrítica. Quizás es que al final ya les resulta bien tener un número limitado de cargos calentando una silla pero sin tener que tomar ninguna decisión real.

RACÓ CATALÀ