Apartheid y suspensión de diputados

Sorprenden un poco tantas exclamaciones porque Soraya Sáenz de Santamaría (que aspira a presidir el que todavía es el partido más importante de España, así como el ‘Gobierno de la nación’) haya dicho que, en Cataluña, se practica el apartheid y que hay que luchar para que las personas que se sienten españolas y hablan castellano puedan vivir y hablar en libertad. Naturalmente que se trata de una mentira estridente y venenosa, que ofende por igual la ciudadanía de Cataluña y, en este caso, a la de Sudáfrica, y que intenta situar el conflicto entre Cataluña y España dentro de unos parámetros raciales que no tienen nada que ver. Pero no debería sorprender a nadie que Soraya ose proferir esta animalada, cuando llevamos años y años escuchando comparaciones entre el catalanismo y el independentismo, por un lado, y el fascismo y la Alemania nazi, por la otra. La degradación del lenguaje ha llegado hasta un punto tan extremo en la política española que las injurias se han convertido en rutina y, claro, hay que renovar el repertorio para conseguir el efecto deseado, que es la indignación de unos y el aplauso de otros.

Porque la cosa, en efecto, viene de atrás. Por mucho que ahora la llamamos de esta manera, la posverdad hace muchos años que está inventada y que se practica en España contra unos grupos muy determinados, entre los que nunca faltan «los catalanes». La primera vez que leí una analogía entre el catalanismo y el nazismo fue a comienzos de los años noventa, y era en la revista ‘Ajoblanco’, que pasaba por ser contracultural y libertaria pero que no tenía inconveniente en editorializar atacando lo que llamaban «el nazionalismo catalán», con esta ingeniosa zeta. Era la misma época en que el diario ABC publicaba aquel recordado gran titular de portada: «lo mismo que Franco pero al revés: persecución del castellano en Cataluña». Hace 25 años, de estas cosas, y no sólo continuamos en lo mismo sino que, cada vez que se repiten estos insultos, bajamos un peldaño más en la escala de las sociedades civilizadas. A Soraya y su equipo de primarias lo que les ha pasado es que las comparaciones macabras con el nazismo les deben parecer gastadas y han decidido recurrir al apartheid, como lo podían haber hecho (y lo hacen) en cualquier otro régimen totalitario y asesino.

Por otra parte, es evidente que el juez Llarena se toma su instrucción judicial contra el Proceso como la obra de su vida, y que ha decidido culminar con un nuevo despropósito que viene a condensar todos los que ya ha cometido hasta ahora. Tal y como la ha dictado, la suspensión de los diputados procesados ??es un contrasentido judicial en el que se estrella cualquier aplicación racional del derecho, además de un nuevo atropello de los derechos de los electos y de la ciudadanía que les ha votado en las urnas. Pero, sobre todo, es un monumento a la vanidad del mismo magistrado del Supremo, que ha decidido obtener notoriedad, y quien sabe si salir en los libros de historia, como autor de una causa judicial que causa estupor entre los tribunales europeos.

ARA