Antoni Furió: El País Valenciano no nació ayer: tiene ocho siglos de historia ‘

Hablamos con el presidente del congreso ‘La veu del regne’ (‘La voz del reino’), que debe desgranar los seiscientos años que hace de la creación de la Generalitat Valenciana

No es fácil hablar con Antoni Furió (Sueca, Ribera Baja, 1958) esta semana. Preside el congreso ‘La veu del regne’ (‘La voz del reino’), que debe desgranar los seiscientos años hace de la creación de la Generalitat Valenciana, y las horas del historiador medievalista saltan de sesión en sesión, del discurso pactista a la hacienda, de la deuda pública a la representación visual, de la evocación a la reivindicación, la reinvención, y volvemos a los archivos: este congreso tiene una apertura de compás digna del tema que analiza. Furió nos recibe con su característica afabilidad durante una pausa entre conferencias. Sus colegas toman café, eligen alguna pasta, zumo de naranja. De pie, él sonríe y espera que se encienda el micrófono.

– ¿Cuáles son los objetivos de este congreso?
– En primer lugar, dar a conocer una institución poco conocida y mal conocida, no sólo por la mayoría de los valencianos sino también por los mismos historiadores.

– ¡Ah!
– Normalmente, los historiadores se han fijado más en la figura del rey que en la del reino. Aunque una de las cosas que caracterizan a los estados europeos desde la Edad Media es la existencia de asambleas parlamentarias, de cortes y, en el caso de la Corona de Aragón (no sólo de la Corona de Aragón, pero también de la Corona de Aragón), una institución como la Generalitat, que es una diputación permanente de las Cortes. De hecho, esto que hoy vivimos, las democracias parlamentarias, tiene su origen en el parlamentarismo medieval, en instituciones como las Cortes y la Generalitat. No deja de ser extraño, por tanto, que sea tan mal conocido y que los historiadores se ponen más en la piel del rey, que es el poder central, que en la piel del reino. Y eso explica algunas cosas.

– ¿Cuáles?
– Por ejemplo, en el caso valenciano, el hecho de que sea el único de los estados de la Corona de Aragón que no ha publicado las sesiones de Cortes, y eso que las tenemos desde finales del siglo XIII. Incluso Cerdeña las ha publicado, y Aragón, y Cataluña.

– Y a qué lo atribuye?
– Yo diría que, por un lado, es por la incuria propia de una sociedad como la valenciana, que ha sufrido una fuerte despersonalización y ha tenido menos interés por su pasado, sobre todo por la época en que el reino era un Estado soberano. Y esto, de hecho, la mayoría de los valencianos no lo saben, que la representación de ese Estado soberano eran los estamentos, eran las Cortes, era la Generalitat. La gente, tal vez, como mucho, sabe lo del rey y lo de la Corona de Aragón, pero no sabe que, incluso en los momentos en que forma parte de la monarquía hispánica, que es un nombre que no existe, por cierto…

– ¿Cuál?
– El de ‘monarquía hispánica’: este nombre lo dan los historiadores. Había un monarca que era rey de Castilla, rey de Aragón, rey de Valencia… En fin, que tenía muchos títulos, pero en ese momento no había una España. Bueno, fuera como fuera, también en ese momento todos los estados tenían sus leyes e instituciones, eran soberanos en la medida en que sí, por encima, estaba el rey, pero nada más. Nadie más. Todo esto cambia a partir de 1707.

– De este cambio sí se tiene más conciencia, ¿no?
– Pero mucha gente piensa que en 1707 se acabaron los privilegios, la ordenación medieval. Incluso, que era necesario para la modernización… Y no: en el siglo XVIII, con la Nueva Planta, se acaba la soberanía de un Estado. A partir de ese punto, desaparece el Reino de Valencia, y pasa a ser una provincia de la nueva monarquía española. Después, incluso, se troceará administrativamente en tres provincias y ya no quedará nada que las una salvo la universidad y la audiencia de justicia. De modo que, aunque no se quiera, casi dos siglos de provincias han ido creando conciencia provincial y, al mismo tiempo, han ido desfigurando la conciencia general de valencianos. Todo esto influye en el hecho de que, para mucha gente, el pasado o es muy remoto, muy brumoso, con Jaume I y vale, o es muy reciente, desde el estado de las autonomías hasta ahora.

– Y borran siglos de historia.
– Hay que hacer mucho trabajo de investigación por una parte, pero por otra también hay que llegar a la población para que la gente vea que, efectivamente, el País Valenciano no nació ayer, que tiene ocho siglos de historia. De hecho, otro de los objetivos de este congreso es estudiar la historia valenciana utilizando la Generalitat no sólo por sí misma sino también como hilo conductor. Y de esta manera se puede ver cuál ha sido la actitud que ha tenido el reino, por ejemplo, ante la introducción de la inquisición, la expulsión de los judíos, la expulsión de los moriscos, las hermandades, la guerra de sucesión… cuál ha sido la actitud de la Generalitat como máxima institución representativa de los valencianos, del Reino de Valencia: es un magnífico hilo conductor para seguir y entender la historia valenciana.

– Un hilo conductor que, de hecho, no se corta ni con los decretos de Nueva Planta. En el mismo congreso no se corta. Es decir, a pesar de la supresión de las instituciones propias, y a pesar de la derrota que ha explicado, en el País Valenciano se mantiene, durante trescientos años más, el referente simbólico, el recuerdo o la reivindicación.
– Efectivamente, el referente sigue. Primero hay una evocación nostálgica de la época foral, de la época medieval, se exagera mucho: es la época ‘de las libertades’ o incluso algunos románticos hablan de ‘libertades democráticas’ o de los fueros como ‘constitución democrática’… Bueno, tenemos que tener en cuenta que todo esto se crea en un momento de lucha contra el absolutismo y, por tanto, se utilizan la edad media y el foralismo y las instituciones, entre ellas la Generalitat, como un arma contra el absolutismo.

– ¿Y después?
– Cuando se termina el absolutismo y han ganado los liberales, la mirada hacia la edad media se derechiza, se hace más conservadora y pasamos a las glorias: ya no se habla tanto de libertades democráticas como los gremios, para confrontarlos al movimiento obrero que nace en aquella época. Es decir, la mirada del Romanticismo es más liberal, progresista, y la de la Renaixença (no toda: en general) es más conservadora. En este punto ocurre algo importante: el nacionalismo español, que se va creando en ese momento, no acaba de cuajar. Y eso, entre otras cosas, porque el Estado no se construye de manera inclusiva e integradora sino de manera centralista, vertical. Y esto provoca la eclosión del nacionalismo catalán, y del vasco. La influencia de este nacionalismo, sobre todo del catalán, y el hecho de que los valencianos también se sientan marginados dentro del modelo de Estado que se va construyendo, hace que aquella evocación nostálgica se convierta en reivindicación política. Y desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX, una de las reivindicaciones del valencianismo político ha sido la recuperación del autogobierno. Y eso, que se fue perfilando en la demanda del estatuto de autonomía, a partir de finales del franquismo, se concreta sobre todo en la recuperación de la Generalitat.

– Que no era la misma, pero que sí.
– Una Generalitat que ya no era la antigua institución medieval y moderna sino un nombre que servía para designar el conjunto de las instituciones del autogobierno. Ahora con contenidos que corresponden a los siglos XX y XXI, claro.

– El nombre ya es significativo: Generalitat, no por ningún cargo militar sino por el general de la gente.
– Efectivamente. El nombre, que también es el nombre de un impuesto, viene del hecho de que, hasta que no se creó, el rey sólo tenía capacidad de recaudar tributos en su territorio, a sus vasallos. En cambio, a partir del siglo XIV, y cuando las necesidades fiscales son mayores, el rey pasa a exigir impuestos ya no a sus vasallos sino a los súbditos, a todos los habitantes. Por eso se llaman ‘Generalitats’: sobre todo el mundo.

– ¿Incluidas iglesia y…
– incluidas la iglesia y la nobleza. Y, al contrario que en Castilla o Francia, quien se encarga de esta recaudación de impuestos no es el rey, ni los oficiales reales, sino una institución nueva que es la Generalitat. Que nace como una Diputación Permanente de las Cortes y entre la celebración de cortes. Por eso se dice Diputación, y también ‘del General’ porque afecta al general del todo el reino, de toda la población.

– Sé que hay que tener presente la distancia histórica y todo lo que conlleva, pero desde un presente en que el País Valenciano reivindica un pacto fiscal con el Estado para tratar de corregir las actuales discriminaciones, pensar que en el siglo XV la Generalitat recaudaba los impuestos y gestionaba cómo se debían gastar…
– [Se ríe] Sí: es la gran diferencia. Los problemas con Madrid no vienen de ahora. En Madrid se quejaban de que los territorios de la antigua Corona de Aragón no contribuían tanto como Castilla a los gastos de la corona, decían que los catalanes, los valencianos, los aragoneses eran ‘insolidarios’, que Castilla pagaba los costes de las campañas de Flandes, por ejemplo. Esto no es del todo cierto, pero sí que es verdad que cada una de las haciendas del reino de la Corona de Aragón gestionaba los recursos y luego lo enviaba al rey. Y el conde-duque de Olivares trató de revertirlo, de centralizar. De ahí, la revuelta catalana de 1640. Pero, fuera como fuera, hoy tenemos la situación contraria: las finanzas están centralizadas en Madrid, y Madrid devuelve a la autonomía lo que considera. Y en esta consideración, la población no entra, ni siquiera se utiliza el criterio demográfico, proporcional. Esto hace que los valencianos seamos los más infrafinanciados ‘per cápita’. La cuestión es muy clara: el Estado medieval no es el Estado de ahora, no tiene servicios sociales que deba asumir, su gasto es mínimo: la guerra. Y los valencianos, claro, se resistían a pagar las guerras del rey. En cambio, ahora este Estado del bienestar que necesitaría más descentralización, y que el dinero que se paga se quedara aquí para poder financiar servicios sociales o carreteras, resulta que no, que dependemos del reparto que hagan desde Madrid de la masa fiscal recaudada por todos. Y crece la diferencia entre lo que los valencianos pagan y lo que luego reciben.

– ¿Qué relaciones había con el resto de territorios de la Corona Catalanoaragonesa? Con la Generalitat de arriba (el Principado de cataluña), había algún tipo de relación, aparte del nombre?
– Sí: había relaciones muy estrechas. Lo que no quiere decir que fuesen siempre de colaboración: también había confrontación. Durante la guerra civil catalana, por ejemplo, la Diputación se enfrentó al rey y pidió a la Generalitat que se sumara a ella. Y los valencianos dijeron, ‘ah, sí, haremos de intermediarios’. Trataron de llegar a un acuerdo entre la Generalitat del Principado y el monarca, pero no rompieron nunca con el rey. De hecho, se pusieron más bien de su lado. Otras veces estuvieron más cerca. Pero la cuestión es que las tres diputaciones, la aragonesa, la de Cataluña y la del Reino de Valencia, estuvieron muy interconectadas. Mucho.

– ¿En Mallorca no había Diputación del General.
– No. Tampoco tenían Cortes. Porque se les consideraba parte de Cataluña. Los mallorquines iban a las Cortes catalanas. En el Compromiso de Caspe no se dio voz propia a los mallorquines, aunque la pidieron: los aragoneses no querían que el equilibrio se rompiera en favor de Cataluña si estaba también Mallorca.

– Habla de Estado cuando se refiere al Reino de Valencia: ¿el Estado era la corona o bien los reinos y condados?
– Son las dos cosas. Tales como los Estados Unidos de América: California es un Estado y EEUU, también. O Suiza y sus esquinas. O Alemania y los lands. El Reino de Valencia es un Estado, con sus leyes e instituciones, las Cortes y la Generalitat, pero al mismo tiempo forma parte de otro Estado que es la Corona de Aragón. Simplemente que las competencias estaban muy claramente distribuidas: digamos que el Estado confederal, la Corona de Aragón, se ocupa sobre todo de la política exterior, y que todo lo que es interior forma parte de cada uno de los reinos o territorios.

– En la inauguración del congreso criticó la poca difusión de este aniversario. Realmente sorprende que, siendo el seiscientos aniversario de la Generalitat Valenciana, no tengamos el número 600 escrito este años por todas partes…
– Sí. Pero no he querido singularizar las críticas en nadie: todos podríamos hacer más. Empezando por las instituciones públicas. Las Cortes hicieron un acto en el convento de Santo Domingo, y la Generalitat patrocina este congreso. Se podría hacer más, sí. Pero también la prensa habría podido hacer más. O las entidades cívicas. Porque esto se debe vivir, no es una cuestión que afecte sólo a las instituciones públicas. Si la celebración ocurre de manera tan tímida quizás es que es un reflejo de lo que aún es hoy la sociedad valenciana, poco consciente de su experiencia histórica, de su trayectoria secular. De hecho, aunque toda decisión de futuro es una decisión política, debe apoyarse sobre un buen conocimiento del pasado.

– Es un congreso de historia y también algo más.
– Exacto, ha sido pensado así. Por un lado, se trata de conocer el pasado, estudiarlo, analizarlo rigurosamente, pero la historia sirve para afrontar los grandes problemas actuales. Si fuera sólo curiosidad retrospectiva, celebrar por celebrar, no tendría importancia. El congreso se hace también con la voluntad de aportar un conocimiento crítico del pasado para construir un presente mejor, más inclusivo, más valenciano.

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