Ahora que viene la primavera … ¿hablamos de una revuelta?

No entiendo de ningún modo qué hacen los partidos políticos con el mandato del 1 de octubre. Es evidente que hay actitudes y objetivos diferentes en Juntos por Cataluña, ERC y CUP. También es diferente el impacto de la represión en cada uno de ellos. Pero precisamente por eso los entiendo aún menos. No me puedo creer que nadie piense que siendo buenos las cosas irán mejor y alguien podrá respirar. Parece mentira que tantos años de historia contada y escrita no sirvan de nada en un momento así. Y parece aún más mentira que se llegara a otoño de 2017 con la voluntad de ejercer la autodeterminación y hacer la independencia con tan poca preparación ‘espiritual’ o ‘psicológica’ de las personas que voluntariamente (y esto hay que recordarlo ) se habían puesto a su cabeza.

Como decía, me cuesta mucho entender todo esto. Si la represión es un freno hacia la libertad, ya nos podemos olvidar de la independencia, de la República e, incluso, de las migajas del autogobierno. Y si no entiendo que esto ocurra en el ámbito de algunos partidos (Esquerra y algún sector de Juntos por Cataluña) que están en el parlamento y que voluntariamente se han presentado a unas elecciones impuestas con programas que defendían la República, todavía entiendo menos la actitud de las organizaciones de la sociedad civil.

Hablemos claro. Òmnium no se creó para hacer la independencia. Era una entidad que trabajaba para la normalización lingüística, cultural y por ‘hacer país’ en el sentido patriótico de la expresión. Después de unos años largos de antigüedad estética y mental, un equipo de gente renovó la entidad con la entrada de Jordi Porta. Aquella etapa de renovación de la entidad coincidió con el debate del estatuto de autonomía, el tripartito y los fracasos de todo. El año de la sentencia del Tribunal Constitucional, en 2010, coincidió con una nueva renovación en Òmnium que ponía a Muriel Casals al frente. Y después de haber organizado la multitudinaria manifestación del 10 de julio, la entidad hizo una evolución política decidida hacia el independentismo que culminó el otoño de 2012 con un acto declarativo en Santa Coloma de Gramenet. concretamente, pocos meses después de la asamblea constituyente de la ANC en el Palau Sant Jordi.

A partir de ese momento, con la organización de las espectaculares manifestaciones de los Once de Septiembre, los conciertos por la libertad y miles de convocatorias, actos y acciones en todo el Principado, las dos entidades fueron las promotoras del movimiento independentista que exigía a presidentes que pusieran urnas, que hicieran preguntas claras, que hicieran listas conjuntas o que cumplieran los compromisos electorales. Si bien Òmnium no se había creado en 1961 para hacer la independencia, la Asamblea sí era un instrumento pensado y hecho para este objetivo político. De hecho, la ANC tiene el compromiso de disolverse al día siguiente de la independencia que lo hacía tan útil en el compromiso de unidad de gente de orígenes, ideas y mentalidades diversas.

Puedo entender -aunque me cuesta mucho- que el sentido histórico de Òmnium lo lleve a un cierto conservadurismo ante las amenazas del Estado español. Me sabe mal si el crecimiento de hasta cien mil socios tenía un sentido de fortalecer la entidad para hacer más fuerte la defensa de la independencia. Porque de momento, parece que chutamos el balón adelante esperando un momento mejor para plantarnos. No puedo entender de ninguna manera que la ANC se haga la remolona. Y si se pone en riesgo la entidad, no pasa nada de nada. Al día siguiente se crea otra nueva. Y no hablo de mucha gente de base que está dispuesta a todo para defender lo que habíamos ganado en octubre.

Los dos presidentes de la ANC y Òmnium fueron encarcelados a mediados de octubre. Antes de la declaración de independencia en el parlamento. Fueron los primeros. Era un mensaje claro de la estrategia que el Estado español había puesto en marcha el 20 de septiembre en el primer intento de golpe de estado (ejecutado finalmente la tarde del 27 de octubre). Teniendo en cuenta el carisma de ambos presidentes, Cuixart y Sánchez, para cada organización era lógico que tuviera un impacto emocional fuerte. Pero de aquello hace cinco meses hoy y lo más caliente está en el desagüe del fregadero de estas dos organizaciones. No puede ser que las hayan hecho retroceder hasta el punto de que ahora se dediquen casi exclusivamente a actividades de defensa y antirrepresión. Y todavía es menos aceptable que ahora se dediquen a batallitas internas por el control del huerto.

Parecemos aquellos equipos que juegan contra el Barça y que se pasan el partido más pendientes de no encajar un gol que de atacar. Y ya sabemos qué pasa cuando te vallas por detrás, que acabas con un buen saco de goles. Ayer, la Guardia Civil entraba con total impunidad en el Palau de la Generalitat y en la sede de Òmnium. Una vez más. Y ya he perdido la cuenta de las veces que los hemos dejado entrar en la cocina y han abierto la nevera. Si estas entidades no recuperan la iniciativa, tan sólo queda una opción: crear nuevos referentes, aprovechar los que ya se han empezado a organizar -pienso en los CDR, por supuesto- y dejar de esperar el día que vuelva a salir el sol para tornar a caminar. Hay que recuperar la iniciativa, levantar un muro contra el fascismo y volver a sonreír. Esta vez con menos lirios y más determinación.

Por cierto, siempre había oído que las revoluciones se hacían en primavera. Nosotros la intentamos un otoño. ¿Dejamos atrás el invierno?

Vilaweb