El PSOE nos hará libres

Dios conserve la inocencia -si es que no es impostada- de aquellos catalanes que creen ver diferencias de fondo entre el PSOE y el tridente formado por PP-Ciudadanos-VOX con relación a Cataluña. Diferencias de forma, sí las hay. Está claro que las hay. Y este detalle, para un país como Cataluña, capaz de perder el tino por la estética, es determinante. La estética, en este caso, consiste en guardar las apariencias y medir las maneras para que no se note que el tridente y el PSOE son dos caras de una misma moneda.

Se dirá: “¿No es mejor un carcelero apacible, que te trate con una mínima formalidad, que no uno que lo haga a gritos y latigazos?”. La respuesta parece tan obvia que se diría que sólo un alocado puede contestar que, puestos a elegir, prefiere el segundo antes que el primero. Pero prestemos atención, porque tanto una respuesta como la otra son altamente reveladoras del pensamiento que las emite. En el caso de quien pide el carcelero ‘bueno’, encontramos la actitud propia de alguien que, en realidad, no tiene ninguna intención de huir del campo de prisioneros. Algún día, quien sabe cuándo, tal vez sí, pero no ahora. Y claro, dado que prevé permanecer en ella un buen número de años, piensa que siempre es mejor un carcelero apacible que uno de mal genio.

En el caso de quien, aunque sea a regañadientes, opta por el carcelero de mal genio, encontramos a alguien que no sólo entiende que el carcelero ‘bueno’ es la trampa-narcótico destinada a frenar sus anhelos de huir, sino que también entiende que el opresor ha evolucionado lo suficiente para saber que los latigazos, al principio, intimidan a los cautivos, pero tarde o temprano acaban convirtiéndose en un revulsivo que les ayuda a tomar conciencia de su estado de postración y les empuja a la revuelta. En otras palabras: el opresor no quiere Espartacos, y, por tanto, el más listo de su parte es no tensar la cuerda y tratar a los esclavos con cierto decoro. De lo contrario, se sublevarán.

Esta es, pues, la misión del PSOE, ser el narcótico que desmovilice el independentismo y lo sume a un estado de somnolencia haciéndole creer que la independencia ya no tiene sentido porque ahora, en el Estado español, mandan los ‘buenos’ y hay que tener sentido de Estado, de Estado español, y aprobar los presupuestos de Sánchez. De ahí el eslogan del PSOE en todas las contiendas electorales: “Si tú no vienes a votarme, ellos [los malos] vuelven”. Es el eslogan de un partido que, más allá de algunos matices en ámbitos de carácter social -tener que aparentar que es de izquierdas le impone ciertas servidumbres-, no tiene ningún proyecto para Cataluña, ni uno, que difiera del que tienen PP-Ciudadanos-VOX.

Pedro Sánchez sólo es un farsante. Un farsante del mismo nivel de Zapatero, con una política -si generosamente se puede llamar así- de acciones populistas, es decir, de actos propagandísticos que le den un barniz dialogante y que hagan creer al mundo que ahora, en el Estado español, a diferencia de antes, hay un gobierno demócrata auténtico.

Esta falacia haría reír si la situación no fuera tan dramática, porque no hay que ser ninguna lumbrera para saber que la ultraderecha, desde 1939, no ha dejado de gobernar España. ¡Nunca! La ultraderecha está en todas las instituciones y en todos los organismos del Estado: políticos, jurídicos, militares, policiales… Basta con ver el despotismo con que el Estado español viola los derechos humanos, fabrica pruebas falsas para incriminar a personas desafectas o para desprestigiar el cuerpo de Mossos, y vapulea, aprisiona o empuja al exilio a los demócratas que no se someten al principio fascista de la ‘Unidad de España’.

Fijémonos en las recientes declaraciones de José Luis Ábalos, ministro de fomento y secretario de Organización del PSOE en relación con Cataluña. Ábalos, tras tachar al presidente Torra de “iluminado” y de definir el PDeCAT y ERC como “partidos extremistas” que “intentan imponer” su modelo de sociedad, ha añadido que “el unilateralismo, la imposición, el no reconocimiento del otro y el desprecio al diferente son cosas fundamentales”. No se puede ser más cínico. Son las palabras del portavoz de un Estado ultranacionalista, que pretende imponer unilateralmente su modelo de sociedad a la nación catalana, que se niega a reconocer la existencia de esta nación, que desprecia sus derechos y libertades y que exige el sometimiento a la identidad española como principio sagrado del pensamiento único. Sí, no hay duda de que el PSOE, el carcelero ‘bueno’, nos hará libres.

Nos dice el gobierno español, por otra parte, por boca del ministro Ábalos, que “todo diálogo y negociación deben estar sometidos a los límites de la legalidad”. Pues no, de ninguna manera. Todo diálogo y negociación deben estar sometidos a la justicia. Y una legalidad como la española, que no es justa, debe ser transgredida por principio ético. No hay hay una España de PP-Ciudadanos-VOX y una España del PSOE. Sólo hay una España, y es la España de PP-Ciudadanos-VOX-PSOE.

La gran diferencia entre el absolutista y el demócrata es que, para el primero, el Estado se fundamenta en el principio de legalidad; para el segundo, en cambio, la sociedad se fundamenta en el principio de justicia. Dejémonos, pues, de disquisiciones inútiles sobre cuál es el mejor carcelero que Cataluña necesita. Lo que Cataluña necesita es la libertad. El resto es peinar la gata.

EL MÓN