El holocausto americano

Por supuesto que el Reino de Castilla llevó el castellano a América, ¡pero a qué precio! El mayor holocausto de la historia de la humanidad. Es propio de pusilánimes presumir de aquello por lo que deberías pedir perdón. Cristóbal Colón era jefe de las naves de la expedición geográfica que buscaba nuevas rutas para el comercio de especies y productos de valor para llegar a las Indias, y se toparon de manera fortuita con tierras desconocidas. Un continente.

«Encontronazo», dicen los americanos del descubrimiento de América del año 1492. Se ha escrito que los españoles y portugueses lograron sin cámaras de gas ni bombas hacer desaparecer entre 60 y 150 millones de indígenas del América Latina. Según corrientes indigenistas, ni más ni menos que de la Universidad de Berkeley (California), las cifras y nuevas ponderaciones numéricas, de las muchas que se hacen, hablan de una mortandad de entre 90 y 112 millones de indígenas. Un ejemplo terrible, según los investigadores de dicha universidad Cook y Borah: en 30 años murieron 20 millones de indígenas mesoamericanos y un siglo después solo quedaba el 3% de la población original.

La firme respuesta americana de condena es la devolución a la celebración española del 12 de octubre de 1992 con motivo de los 500 años del Descubrimiento. Se despertó una corriente de orgullo cada vez más hegemónica que afirma: “América debe callar, pero no calla, no callamos, renunciamos al silencio y reclamamos la verdad”. A partir de aquellos años se habla siempre de genocidio.

La denuncia engloba desde el método de guerra de los conquistadores, según Antonio Espino López, catedrático de historia moderna en la Universidad Autónoma de Barcelona, ​​masacres, asesinatos, amputaciones de manos y pies, heridas curadas con aceite hirviendo, violaciones y crímenes similares que parecen rasgos de una mente perturbada, hasta la imposición fanática de la fe. Convertida en arma y argucia para domar a los indios americanos. La excusa era la fe; la razón verdadera, el afán y la codicia.

Todo debe situarse en su contexto, fueron involuntarias las enfermedades infecciosas inexistentes en América llevadas por los colonizadores europeos, principalmente la viruela, que fueron el principal factor del colapso que afectó a la población indígena americana, que no poseía defensas contra las mismas. Igualmente se puede decir de las enfermedades venéreas, sobre todo la sífilis. Fue un proceso de unificación micròbica del mundo originado en Europa, Asia y África. También es fundamental no olvidar la explotación de los indígenas por los nuevos señores.

Nadie niega la crueldad empleada para la obtención de riqueza y bienes. Fue planificada, despiadada y brutal, aunque nunca lograron plenamente sus objetivos, por eso entró un factor nuevo. Los esclavos llevados de África. Todos los países europeos de la época que podían entraron en una competencia feroz. Se calcula que a partir del siglo XVII se hicieron esclavos unos 60 millones de africanos capturados como si fueran piezas de caza al sur del Sahara, sólo unos 12 millones llegaron vivos en América y fueron reducidos a la esclavitud.

Eduardo Galeano, el escritor uruguayo que tanto amó el Maresme donde vivió exiliado, en el libro ‘Las venas abiertas de América Latina’ usaba la palabra ‘otrocidio’ como equivalente de genocidio. “La mayor masacre de la historia de la humanidad ocurrió en Latinoamérica”, escribe John Maximino Muñoz Telles, especialista en cultura indígena, lamentando el olvido del holocausto. Pablo Casado no es una persona culta, cosmopolita y sensible. Humanamente nunca se puede hacer alarde de tales hechos, considerados de manera general y universal como plenos de barbaries, genocidio o tragedia.

Un universitario honesto, piense como piense, rechaza que Pablo Casado gane un máster con trato de favor. Hecho reconocido judicialmente, aunque el dictamen de rudos destructores de los valores universitarios diga que no es ningún delito. Quien hace tales afirmaciones de ignorancia y burla del dolor latinoamericano es un político que ignora la verdad, que cada vez decanta al PP hacia la extrema derecha y hace incomprensible su liderazgo en un partido que enferma de manera continua por falta de sensibilidad cultural y democrática.

EL PUNT-AVUI