El Estado de Nabarra y la revolución francesa

Karl Marx: “De entre todas las provincias en que las Cortes conservaban un poder real en el tiempo de la invasión francesa, únicamente Nabarra había conservado la vieja costumbre de convocar las Cortes por Estados. Mas, entre los vascos, las corporaciones, casi totalmente democráticas, incluso no admitían al clero”.

El reino baskón de Nabarra continuó reducido en el norte pirenaico tras la brutal conquista y posterior represión de la parte peninsular (1200-1512), para ser aplastada su libertad por Francia en 1620 con el Edicto de Unión del Bourbon Louis XIII y la entrada del ejército francés, pero mantuvo su Corte unida a la del Beárn, así como su Fuero o Constitución, para desaparecer durante la Revolución Francesa.

La ilustración era un movimiento intelectual desarrollado en el siglo XVIII y caracterizado por el racionalismo de la clase burguesa en su momento de ascenso al poder y la consecución del capitalismo, su mayor aportación al mundo. Hay antecedentes de revoluciones burguesas en Suiza, Flandes y Holanda en esas mismas fechas. Aunque el movimiento nació en el Reino Unido, tuvo su culminación con el Enciclopedismo francés, que dio hombres como Diderot, Concorcet, Voltaire, el suizo Rousseau o el gascón Montesquieu con su división del poder político siguiendo el modelo inglés.

Una de las principales aportaciones de los enciclopedistas es la racionalidad en todos los aspectos de la vida cuestionando los fundamentos políticos y teológicos del régimen absolutista, como la divinidad de los reyes y el obedecer a su poder absoluto, se cuestionan también la nobleza e incluso el clero; el Enciclopedismo promovió el mercantilismo (proteccionismo) en lo económico para una Francia en crisis económica y planteamientos republicanos en lo político. En un principio se pretendía cambiar el absolutismo por una monarquía parlamentaria como había ocurrido en cierto modo en Estados Unidos pero con un rey como Jefe de Estado.

Los Estado Generales eran convocados por los reyes franceses para tratar asuntos de Estado a partir del siglo XIV. Durante el siglo XVI los Estado Generales actuaron como meros sancionadores de la política fiscal de los monarcas franceses y fueron testigos de la consolidación del Estado absolutista francés. Es por ello que en 1778 para hacer frente a la crisis económica que provocó -entre otras muchas cosas- la participación de Francia en la Guerra de la Independencia de USA (1776), el rey Bourbon Luis XVI se vio en la obligación de convocar a los Estados Generales para pedirles dinero, aunque llevaban sin reunirse desde el año 1614.

Ante la negativa de la nobleza y del clero a aceptar la reforma fiscal que les perjudicaba y que fue impulsada por el ministro de Estado Jacques Necker, queriendo Louis XVI fortalecer a los supuestos partidarios de la misma, duplicó la representación del Tercer Estamento, dando como motivo su mayor peso demográfico, error de cálculo que supuso su perdición. En mayo de 1789 estaban representados  ante el rey todas las circunscripciones “provinciales” del reino, cada uno de los representantes convocados elaboraba un informe de quejas, peticiones y propuestas sobre el que debía pronunciarse el rey, previo examen de su contenido por el Consejo Real. En ésta reunión de Estados Generales se dieron cita 270 representantes nobiliarios, 291 del clero y 578 del Tercer Estamento o el pueblo llano, que en realidad estaba representado por los nuevos ricos de las ciudades que eran los que estaban más capacitados, lo que se llamará la burguesía.

El llamado Tercer Estamento, encabezado por una burguesía que contaba en número con los mismos representantes que la nobleza y el clero juntos por tanto, logró que la votación se hiciera “por cabezas” y no por Estamentos. El éxito de la operación hizo ver a la burguesía que su poder era grande y ese poder se transformó en una revolución popular cuyo éxtasis fue la toma de la Bastilla por el pueblo, cárcel que era el símbolo maldito del despotismo ilustrado francés. La Toma de la Bastilla se produjo el 14 de julio de 1789, desde entonces día de la patria en Francia, tomando una nueva bandera, la tricolor actual, donde los colores vienen del escudo y bandera de Paris (azul y rojo) y en el centro el blanco de la monarquía, frente a la anterior bandera compuesta por la flor de lis de los Bourbones junto al el escudo de Nabarra (los únicos escudos presentes en el palacio de Versalles incluso actualmente).

El Tercer Estamento se transformó en la Asamblea Nacional en el frontón de Versalles donde se reunió para elaborar una Constitución, la cual tuvo que ser aprobada por el propio rey que aceptó también la nueva bandera y creó la Guardia Nacional, milicia urbana que convirtió en rehén al propio rey. En ese acto también se sustituyó el nombre de “rey de Francia y de Nabarra” anterior por el de “rey de los franceses”. La Asamblea Nacional firmó el 4 de agosto la supresión de los derechos feudales y la “Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano”, con el lema “Libertad, Igualdad y fraternidad”. Se cambió la noción de vasallo por la de “súbdito o ciudadano”, pero no era aplicable a la mujeres. El 3 de septiembre se proclamó la primera Constitución Francesa, el régimen absolutista se transformó en monarquía parlamentaria que eliminó los Estamentos. Ese mismo verano de 1789, en toda Francia estalló en una rebelión campesina,

La diferenciación entre izquierda y derecha nació durante la Revolución Francesa, al sentarse a la derecha del presidente de la Asamblea los partidarios de la monarquía absoluta y a su izquierda los partidarios del régimen constitucional más o menos parlamentario. El tópico geográfico-parlamentario surgido en torno al problema del veto real, cristalizó y provocó la auto identificación de los parlamentarios en tales términos; la imagen hizo fortuna y se trasladó por la vía de la prensa y de los cuadros de los partidos a la sociedad civil (“Introducción a los partidos políticos” Manuel Martínez Sospedra).

En primera instancia no acudieron a los Estados Generales los representante de Baja Nabarra Zuberoa, Beárn y Bretaña, pero sí los de Lapurdi con los hermanos Garat de Ustaritz por el Tercer Estado (más un noble labortano y el cura de Ziburu por el clero). Los hermanos Garat eran abogados bien situados económicamente, el mayor en Bourdeos donde Dominique Joseph era parlamentario y en París el otro, Dominique, donde daba clases de literatura y filosofía y ejercía de periodista. Dominique Joseph llegó a ser Secretario General de la Asamblea (1790-1791), ministro de Justicia con Daton (1792-1793) y ministro del Interior (1793).

Sí se reunieron sin embargo las Asambleas de cada territorio con sus tres estamentos con el objeto de redactar los cuadernos de quejas y agravios, donde en el caso de Zuberoa y Lapurdi además pedían la recuperación en su integridad de sus Fueros. Aunque la autonomía de Lapurdi había sido mermada anteriormente por Luis XIV en 1660 en la matxinada contra la imposición del “balie” (equivalente al virrey o corregidor en Castilla-España) e integrada en la “Guyenne et Gascogne” y en el año 1730 Zuberoa perdió el Silviet (equivalente a la Junta General y a la Corte de Justicia), la Revolución Francesa fue el punto de inflexión más importante para la pérdida de la autonomía de Lapurdi y Zuberoa, ya que fue un primer intento de centralizar el Estado francés, pese a la denodada defensa que en la Asamblea Nacional hicieron los hermanos Garat de los Fueros.

Los bajos nabarros decidieron no participar en Versalles en los Estados Generales del reino francés por ser reino o Estado a parte y alegando por tanto soberanía propia y su independencia. Estimaban que su presencia sería “un acto de adhesión a los derechos de la Asamblea Nacional, como una renuncia de Nabarra a su Constitución (Fueros), a su independencia…”. Para los nabarros los principios de la Revolución Francesa, como eran la soberanía nacional y el voto del impuesto por los representantes de la nación, ya figuraban desde antiguo en sus Fueros, por lo que consideraban la Revolución Francesa como una “revolución extranjera”.

Las Cortes reunidas en la iglesia de San Pablo de Saint-Palais (Donapaleu, antes de romanzarle el nombre se llamada Iribarren) acordaron que: “La nación francesa puede llegar a darse una Constitución bastante prudente o juiciosa para que Nabarra piense un día renunciar a los suyo y unirse a Francia, pero mientras ese día llega, no hará el sacrificio de su propia Constitución que asegura su reposo y su libertad”.

En Julio de 1789 los Estados Generales de Nabarra (similar a las Cortes) se dirigieron a Luis XVI de la siguiente manera a través del síndico de la embajada de baja nabarra en París, el Sr. Polverel: “Vuestra Majestad ha declarado solemnemente que quería devolver a sus súbditos el ejercicio de todos sus derechos: los de Nabarra no son dudosos; ni equívocos. Están fundados sobre el título que ha dado los reyes a Nabarra…esto no es ni una Constitución nueva, ni nuevos derechos que los Estados de Nabarra piden a Vuestra Majestad. Por muy pobres que ellos sean, vuestros pueblos de Nabarra no tienen necesidad para ser felices más que ser lo que ellos han sido durante más de mil años (….), no queda a los nabarros más que constituirse en República independiente”.

Sí se escribió un cuaderno de agravios a presentar ante el rey, donde Nabarra quería recuperar la moneda propia, el restablecimiento de la chancillería, la prohibición de ejercer función alguna en Nabarra al intendente o baile y a sus subdelegados, la anulación del tratado de límites de 1785 entre Alta y Baja Nabarra, el reconocimiento del franco alodio etc. Es decir, se quería volver a la situación anterior al Edicto de Unión de 1620 de Louis XIII.

Cuando Louis XVI y su mujer María Antonieta intentaron huir de Paris, su carruaje fue detenido y los reyes de Francia fueron condenados a la guillotina. Fue precisamente Dominique Joseph Garat quien leyó a Luis XVI la sentencia de muerte al que fue condenado el “ciudadano Capeto”, pese a no estar conforme con la misma. Siguió Dominique Joseph sirviendo a Francia en la Asamblea de ancianos y le otorgará Napoléon I Bonaparte en 1808 el título nobiliario de “comte de l’Empire” (conde del Imperio), por tanto, al final de su vida se pasó al bando de nobles dejando el Tercer Estamento de la burguesía.

Es conocida su propuesta a Napoleón de crear un nuevo Estado vasco unificado de nombre Nueva Fenicia pero con la bandera de Nabarra como escudo (https://lehoinabarra.blogspot.com.es/2014/08/napoleon-y-el-estado-vasco.html). Esta reordenación quedó escrita en su inédito” Recherches sur le Peuple Primitif de l’Espagne, sur les révolutions de cette Peninsule, sur les Basques Espagnols et Français” de 1811.

Las tradicionales “provincias” (condados, vizcondados, baronías etc.), vistas como parte del sistema feudal, desaparecieron para dar lugar a circunscripciones nuevas llamadas “departamentos”. Se creó el Departamento de Basses Pyrénées que además de la Baja Nabarra y el Bearne incluía las comarcas de Lapurdi y Zuberoa pese a que los hermanos Garat se oponían y querían la unión de sólo las tres comarcas euskaldunas por lo que fueron fuertemente abucheados. Al principio el departamento se dividió en tres distritos vasco-nabarros (Uztaritze, Donapaleu y Maule) y tres bearneses (Pau, Oloron y Orthez), pero la eliminación del distrito de Donapaleu en 1800 supuso la desaparición definitiva de la Baja Nabarra como entidad jurídica en Francia. En el mapa de Louis Lucien Bonaparte de 1863 sobre los dialectos del euskera, podemos comprobar como son sólo dos distritos (Baiona y Maule) los que abarcan a la población euskaldun, la cual es notable también en muchas poblaciones bearnesas como Eskiula y los colindantes valles de Josbaig y Baretos.

Dominique Joseph Garat: “Es un hecho aceptado en todas las regiones francófonas y gascones que nos rodean que es imposible aprender vasco si no vives con los habitantes de esta provincia desde una edad muy temprana (…). En una decisión unánime, mi provincia registra su más enérgica protesta”.

La Revolución Francesa fue un punto de inflexión en la política europea que trajo el ascenso de la burguesía de las grandes ciudades al poder frente a la nobleza. Aunque todo se vistió como la forma altruista de hacer llegar las ideas ilustradas de “liberte, legalite y fraternite” a la masa social, lo que en realidad se consiguió fue crear nuevos Estados-nación dominados por una nueva pequeña élite social. Estos Estados-nación eran más fáciles de controlar que las “nación de naciones” o Estados imperiales, pues estaban cohesionados a la fuerza por una cultura, idioma (antes de la Revolución 1/3 de los franceses no hablaba francés), enseñanza, historia (hábilmente manipulada) y leyes comunes; para ello era necesario la eliminación, el etnocidio o nacionicidio, de las naciones que componían hasta entonces Europa como era la nabarra y que habían perdido su soberanía para crear otras nuevas, como la francesa y la española. En Francia, además de los nombres de pila, sólo dos cosas se escriben en mayúscula: Dios y Estado.