El avión de Carl Schmitt

El número de democracias liberales es hoy menor que el que había a finales del siglo XX. Hay una serie de indicadores de política comparada que apuntan a una regresión de las libertades y de los estados de derecho en los estados occidentales. No estamos hablando de casos como Turquía o Rusia, sino de estados pertenecientes a la Unión Europea, como Polonia, Eslovaquia o Hungría. Unos países que presentan vulneraciones de las reglas básicas de los estados de derecho. Los índices de ‘Freedom House’, el ‘Human Freedom Index‘ , del ‘Cato Institute’, así como los informes del Consejo de Europa o de Amnistía Internacional sobre la situación de las libertades, muestran cifras y tendencias peligrosas. En el mundo internacional se constatan tendencias hacia el autoritarismo.

El Estado español también muestra indicadores de derivas autoritarias asociadas a la degradación de los derechos, las libertades y el estado de derecho. Este último término resulta tan repetida como cotidianamente erosionado. Las actuaciones de algunos jueces y fiscales se alejan de las prácticas de los estados de derecho: invención de delitos de rebelión, arbitrariedad de decisiones judiciales sobre prisión preventiva (políticos catalanes -presos políticos-, jóvenes vascos, cantantes de rap), libros que se prohíben, un Tribunal Constitucional muy dócil con el poder ejecutivo que actúa como un “árbitro arbitrario” y que vulnera derechos de los diputados y la autonomía parlamentaria, un rey que se ha trabajado su deslegitimación en Cataluña adoptando una posición política e ideológica ajena a las funciones moderadoras e integradoras de una monarquía parlamentaria moderna, declaraciones y atestados falsos de dirigentes y miembros de la Guardia Civil, jefes policiales que contaminan las investigaciones en las redes sociales de manera clandestina con meras opiniones personales, cargos de Interior que niegan la existencia de cargas policiales en el referéndum del 1 -O, manipulaciones flagrantes de la televisión pública española, etc., etc.

Las conclusiones del Consejo de Europa y de Amnistía Internacional resultan también reveladoras sobre la degradación en pendiente del estado de derecho y de la democracia en España. En una democracia liberal resulta inaceptable la existencia de presos políticos o la vulneración de la autonomía parlamentaria. Si a estos hechos añadimos algunas prácticas de partidos de gobierno (corrupción, clientelismo, favorecimiento del fraude fiscal); decisiones de organizaciones de la sociedad civil que restringen la libertad de expresión (exposición censurada de Ifema-Arco), y la falta de pluralismo en los medios de comunicación públicos y privados, especialmente los de la capital, el panorama es más que preocupante. Hay una clara falta de contrapesos civiles e institucionales en la democracia española.

El PP, el PSOE y Cs defienden el Estado. No la Constitución, sino el Estado, que es algo diferente. Cuando la Constitución legal existente les sirve -tal como ellos mismos la interpretan con sus tribunales-, se hacen los legales; cuando no les sirve, se la saltan con forzadas invenciones interpretativas.

Sobre las democracias europeas continentales siempre planea el avión de Carl Schmitt. En los años treinta, cuando Schmitt “defiende la Constitución” no se refiere a la Constitución vigente de Weimar, sino a la defensa del Estado alemán. A la defensa de Alemania. Los textos legales “interpretados” se ven como simples instrumentos para imponer la unidad nacional del Estado. No está hablando de una cuestión de legalidad, sino de una cuestión de poder en un territorio determinado. Está hablando de una cuestión de Estado. De una cuestión de nacionalismo (no liberal y no democrático) de Estado.

El peligro último es que el avión de Schmitt a veces aterriza. Y esto ocurre especialmente en democracias estructuradas a partir de la tradición francogermana del derecho (en contraste con el carácter más flexible y pragmático del derecho anglosajón, como muestran los casos plurinacionales de Canadá y el Reino Unido). Este tipo de derecho incentiva, también en estados plurinacionales, que los estados liberal-democráticos se comporten mucho más como estados que como liberal-democráticos.

En el Estado español el avión de Schmitt puede aterrizar en muchos aeropuertos sin aviones. Ya lo ha hecho varias veces.

Sin una auténtica separación de poderes, sin una sociedad y una prensa libre críticas con el poder y sin una regulación del pluralismo territorial, desaparecen las virtudes emancipadoras del estado de derecho, columna vertebral de las democracias liberales contemporáneas. Jefferson sabía mucho de la importancia que para la libertad política tienen estos tres componentes.

En la historia ha habido versiones no liberales de la democracia. Versiones tanto de derechas como de izquierdas. Pero hoy sabemos que sin una regulación clara de los derechos y las libertades, una separación de poderes efectiva, y un respeto y una protección del pluralismo nacional -no en la retórica de los gobernantes y partidos, sino en la implementación práctica de las instituciones y los procesos de decisión-, las democracias derivan en prácticas autoritarias.

En la cuestión nacional-territorial, los partidos del tridente del 155 son mucho más seguidores de Carl Schmitt que de Thomas Jefferson. El Estado español presenta claros déficits de liberalismo político y de democracia, especialmente en Cataluña. Para muchos ciudadanos este Estado incentiva vivir en un permanente exilio interior, en un paisaje de sombras, en unas instituciones ajenas. Recuerdos del franquismo.

ARA