Diez tesis sobre la Yihad

Primera. El movimiento ideológico que escenifican los activistas (terroristas) autores de los atentados como los últimos de Cambrils y Barcelona no puede ser tachado únicamente de islamista, aunque pertenezca a alguna de sus ramas, el salafismo o el wahabismo suní.

De la misma manera que cuando Rusia y Francia bombardearon Idleb y Raqqa no describimos sus ataques como cristianos (ortodoxo y católico respectivamente). Tampoco son exclusivamente yihadistas, porque la yihad no está en su origen relacionada con la eliminación del adversario, ya que se trata de una lucha «interior», espiritual, y no exterior. Aunque, y por eso el uso generalizado, el ISIS se definió en sus inicios como organización «monoteísta para la yihad». ¿Fundamentalistas? Sin duda. Pero el concepto no se corresponde del todo. Algunos analistas los llaman «fundamentalistas musulmanes». Pero también son fundamentalistas los budistas, los hindúes o los mormones y no por ello declaran guerras santas. Hitler y Franco también fueron fundamentalistas y el español, especialmente, estableció su argumentación criminal en razones religiosas. Sin embargo, lo recordamos como la cabeza visible de un terrorismo más ideológico que católico. Aunque tuvo un sesgo notablemente religioso.

Segunda. A estas alturas y en Europa en especial, el ISIS no es un grupo sino una ideología. Revindicará todas las acciones terroristas, tanto esté detrás de ellas como no. Ya ha sembrado su impronta, su estilo. Aunque la proclamación del califato en Irak y Siria le permitió la confección de las bases de un Estado, donde por cierto pusieron en marcha un modelo inédito sustentado en ideas de interpretación religiosa, la transmisión de una serie de pautas y de un ideario mínimo le ha convertido en referencia mundial entre, precisamente, seguidores del islam fuera de sus nichos naturales. Que actúan, y ese era un objetivo permanente, por despecho a sociedades que han rechazado sus valores e incluso, según su visión, «mofado» de ellos.

Tercera. Como ideología pertenece plenamente a la modernidad, o a la postmodernidad, participando de la mayoría de sus códigos, y optimizando en sus formas algunos de ellos. Un conjunto de complejos, de superioridad, de inferioridad, mezclados con la necesidad de visibilidad a la que empuja la civilización occidental. Por eso Catalunya como objetivo, focalizada internacionalmente por la intransigencia española, como en 2004 Madrid en víspera de elecciones. El objetivo yihadista no tiene que ver en absoluto con su situación política sino con su exposición mediática. Slavoj Zizek decía que «ya han interiorizado nuestros valores y se miden a sí mismos según esos valores», añadiendo que se sienten fascinados «por la vida pecaminosa de los no creyentes». La escenificación y expansión mediática de sus crímenes les convierten en abanderados de esa modernidad, aunque sus contenidos sean los de hace mil años. En una vía paralela, el presidente estadounidense Trump también hace valer los signos de la modernidad para expandir su ideología antidiluviana. Un hecho no está reñido con el otro.

Cuarta. Es en este escenario de modernidad donde los yihadistas han perfeccionado las reglas avanzadas a comienzos de este siglo XXI por los coroneles chinos Quiao Liang y Wang Xiangsui referidas a las nuevas guerras asimétricas. De esa manera, se podían entender los impactos de brutalidad como parte de su estrategia, al contrario que los ejércitos clásicos que intentan ocultar los «daños colaterales». Y también los objetivos, donde un ataque indiscriminado, aunque sea con armas blancas, tiene más impacto que el asalto a un cuartel militar.

Quinta. Dentro de esa destilización de la modernidad, tengo la impresión que esos conceptos que se manejan desde la izquierda no tienen relación directa con el convencimiento que une a numerosos jóvenes a alimentar la estrategia de la yihad. Conceptos como capitalismo y socialismo les son ajenos, al igual que el de la colonización. Se podrá decir que la expansión de generaciones de descendientes de colonizados tenga que ver con ello, pero, aún siendo cierto, no están en el ideario ni en el supuesto debate de la yihad.

Sexta. Aún así, Europa sigue considerando su zona geográfica como el ombligo del mundo. Y esa es la razón precisamente del eco de los atentados cometidos por el ISIS. Los atentados de Catalunya de esta semana pasada, según la lista emitida por organizaciones de seguimiento del terrorismo, hace el número 36 en cuanto a número de víctimas en 2017. El número 1 si la lista únicamente tuviera a Europa de escenario. Al ser mundial, antes centenares de muertos en países «lejanos» de «segunda categoría», como Afganistán, Irak, Siria, Somalia, Chad, Pakistán, Filipinas, Libia.

Séptima. Quienes están invalidados para dar lecciones de democracia y tolerancia frente a los ciertamente intolerantes yihadistas son los halcones neoliberales que financiaron y protegieron los gérmenes del yihadismo con el objetivo de desestabilizar una región en la que sus alianzas no eran las deseadas. Marcos Roitman ha señalado hace unos días, a cuenta de los atentados de Catalunya, que «no es una guerra religiosa, sino geopolítica, por el control de las materias primas y la dominación imperialista». España y Occidente han aupado a Turquía (OTAN), a Arabia Saudí y a Qatar (hasta su acercamiento a Irán en un megaproyecto económico) a aliados preferentes. Y son precisamente estos países los que han creado y financiado al Estado Islámico, al yihadismo. Los que han ayudado a expandir su ideología totalitaria. Sus lágrimas son de cocodrilo.

Octava. Esta última aseveración se completa con el hecho de que el único proyecto que ha combatido y derrotado física e ideológicamente al Estado Islámico hasta el momento, es el confederal promovido por los kurdos en Kobane. Pero resulta que su bosquejo político es antagónico tanto con el Estado Islámico como con el neoliberal que ofrecen Europa y la OTAN y sus aliados. Como información señalar que, hace un año, el Ayuntamiento de Barcelona recibió a una delegación kurda de Kobane (con la excepción del PP) y firmó un protocolo de reconstrucción y solidaridad con la ciudad del Kurdistán sirio destruida por el ISIS. Noticia que tuvo gran repercusión en el mundo árabe.

Novena. Los ataques indiscriminados son parte de un propósito más amplio. La hegemonía de un proyecto político-religioso totalitario. Que no se puede tachar de fascista, pero que tiene muchos de sus elementos en origen. Comenzando por el no reconocimiento a la diversidad y a los derechos conquistados en el progreso de la humanidad. Ni los derivados de las revoluciones francesa o soviética, con todos los peros que podamos colocar, ni los de la emancipación de la mujer. Y su objetivo es reducir el campo de la guerra a dos únicos contendientes, fundamentalistas ambos. Objetivo que, en parte, está logrando. El retroceso evidente en las libertades en Europa, activado a la caída del bloque soviético en 1989 que ejercía de contrapeso, se ha acelerado desde la entrada en escena de Al Qaeda, el ISIS y sus filiales.

Décima. Las opciones de diversidad y reconocimiento de la misma no pueden pasar jamás por dar espacio a las ideologías totalitarias. La yihadista la es. Porque jamás, ni en el peor de los escenarios, la población civil puede ser objetivo militar. Aunque quien «presuntamente» combate al yihadismo no sea nuestro aliado. Por eso, la frase el enemigo de mi enemigo es mi amigo, es un sin sentido. Tampoco la diversidad religiosa puede ser una excusa. La religión, como decía Marx, es el opio del pueblo. Y en esa posición, con los respetos de cada coyuntura, se ha de mantener la sociedad progresista. Poner en discusión los propios valores de la vida, como lo hacen yihadistas y halcones neoliberales, es la antítesis de cualquier ideología no sólo revolucionaria sino también humanista.

NAIZ