Desde el 30 de enero de este año hasta que el Tribunal Supremo quiera

El editorial de ayer de Vicent Partal en Vilaweb, “decir ‘hasta las sentencias’ ya no es decir cuatro años”, deja abierto a la especulación lo que pueden hacer las fuerzas parlamentarias republicanas tras el bochornoso espectáculo de esta semana. Para responder a los interrogantes hay que repasar los acontecimientos desde el día siguiente del referéndum de autodeterminación del primero de octubre de hace un año (que sigue siendo jurídicamente válido aunque no tenga vigencia para el ordenamiento español).

Dentro del bloque independentista son perceptibles diferentes cambios entre el 1 y el 27 de octubre que se prolonga hasta las elecciones del 21-D. El primero, el mensaje claro y el liderazgo efectivo de Carles Puigdemont basado en la legitimidad de la República catalana y la voluntad de dotar al bloque republicano de una estrategia compartida y una dirección colegiada para afrontar una fase aún más intensa en el conflicto con el orden estatal español. El segundo, la constatación de la falta de estrategia y capacidad de liderazgo de ERC en la que se presuponía un determinación superior a la de la antigua CIU pero que no ha demostrado ni el 9-N ni ahora.

Tras el golpe de estado español contra las instituciones catalanas vía artículo 155 CE, las fuerzas parlamentarias independentistas no estuvieron a la altura de convertir las elecciones del 21-D en un referéndum de autodeterminación mediante la presentación de una sola lista, como planteó inicialmente la ANC en palabras de Pere Grau, entonces miembro del secretariado nacional. Las tres candidaturas: CUP, ERC y Junts per Catalunya, ni compartían un programa mínimo con la lealtad a la República Catalana proclamada como principio de legitimidad irrenunciable, ni coincidieron en seguir manteniendo una estrategia conjunta frente al régimen monárquico. Esquerra explícitamente abandonó el argumento central de restablecer el gobierno legítimo para buscar un gobierno “fuerte” con la participación de los Comunes y presidido por Oriol Junqueras en caso de ser la lista más votada.

ERC quiso aprovechar la coyuntura para descabalgar al PDECat sin darse cuenta de la irrupción imprevista de Junts per Catalunya como la candidatura más diversa y representativa del independentismo. Puigdemont puso al país por delante del partido y Junqueras hizo al revés. ERC divulgó continuamente durante la campaña el mensaje de renuncia a la vía unilateral para blandir una negociación bilateral con el Estado con la excusa de ampliar la base social del independentismo para atraer a los Comunes y “acumular fuerzas”, (la coartada de un discurso equívoco que deriva de la incapacidad de liderar una estrategia independentista viable y creíble) con vista en un tercer tripartito.

El resultado de Junts per Catalunya desborda el PDECat, deja atrás la estigmatización del pujolismo y la fractura izquierdas/derechas para convertirse en el embrión de un frente patriótico capaz de articular una mayoría social y electoral con una estrategia de construcción nacional que ERC y CUP por sí solos no pueden liderar. Pero no ha sido lo bastante contundente como para evitar el callejón sin salida del proceso al que ha conducido la táctica de Oriol Junqueras a fin de desplazar al precio que sea a Carles Puigdemont de la presidencia de la Generalitat.

El 27 de diciembre de 2017 escribí en mi blog: “Comparto plenamente el análisis de los resultados electorales que publicó ayer Francesc Abad en su blog ‘Días de furia’, desgraciadamente la actitud sectaria de ERC no hará más que agravarse hasta llegar a poner en peligro la cohesión del bloque republicano para debilitar el liderazgo de Carles Puigdemont. El núcleo dirigente de Esquerra es impermeable a toda reflexión autocrítica y a las reflexiones externas que se les pueda hacer llegar advirtiéndoles de la locura que les corroe, superando ampliamente los peores momentos de la CUP inmediatamente después del 27-S”.

La decisión unilateral del presidente del Parlamento Roger Torrent de suspender la sesión del 30 de enero para evitar la investidura de Carles Puigdemont cierra la etapa que comenzó el 1 de octubre del año pasado, y abre otra todavía sin denominación ni fecha de finalización cierta, (cuando el Tribunal Supremo se avenga a dictar sentencia contra el Gobierno de la Generalitat en la cárcel y en el exilio) pero de alta conflictividad con el Estado, también en el seno de la sociedad catalana y entre las fuerzas independentistas.

La determinación de ERC se impuso porque Junts per Catalunya se avino el 30 de enero a acatar las decisiones judiciales, a autolimitarse a gestionar la infrautonomia y a evitar el conflicto con el poder estatal en un esfuerzo por no romper el bloque republicano, una ingenuidad que se ha demostrado inútil y que ha culminado en el colapso actual, cuando Esquerra ha desautorizado el ultimátum del presidente Torra al gobierno español (con quien no tiene ningún tipo de lealtad) y ha dejado en papel mojado el programa de gobierno de cuatro años que se acababa de anunciar.

Los presidentes Puigdemont y Torra, Junts per Catalunya y la CUP no pueden seguir cediendo a esa dinámica promovida por ERC y habrá que ir a nuevas elecciones (autonómicas) tras la sentencia del TS y es probable que se pierda la mayoría parlamentaria independentista, ya que Esquerra en ningún caso querrá repetir gobierno de coalición con la formación que salga de la ‘Crida Nacional per la República’. Está por ver qué harán los dirigentes del PDECat contrarios a la línea Puigdemont tras las reiteradas declaraciones banalizando el 1 de octubre, la proclamación de la República y desactivando el conflicto con el orden estatal.

Con esto quiero decir que el desencuentro entre ERC y Junts per Catalunya, y de rebote también con la CUP, no es coyuntural sino estratégico y que no tiene solución en una mesa de negociación porque no tienen los mismos objetivos. La prioridad de ERC es alcanzar a cualquier precio la hegemonía de partido y desbancar a “la derecha” (se llame ‘Junts per Cataluña’ o ‘Crida per la República’) y negociar “sine die” con el PSOE. La mayoría independentista parlamentaria actual es una ficción qua está a punto de colapsar abriendo así una etapa de incertidumbre y de difícil recomposición a medio plazo.

Joan Tardà, como tantas veces, avanza los verdaderos propósitos de ERC una vez llegados al callejón sin salida vergonzoso que han estado buscando desde el día siguiente del 21-D: aceptar en nombre del realismo y el mal menor un nuevo estatuto de autonomía “confederal”. Es una opción legítima pero deberían haberse presentado con ese programa a las elecciones, una impostura que mantuvieron incluso durante la conferencia nacional que convocaron este verano para clarificar su estrategia.

El de Esquerra es un planteamiento falaz y estéril, pues la única posibilidad de victoria ante un régimen que vuelve a los métodos del franquismo es resistir y recuperar la credibilidad perdida tras dar tantos pasos en falso y decir medias verdades. Los efectos de esa actitud serán devastadores para el conjunto del independentismo pero su comportamiento es tan inalterable como su incapacidad de hacer autocrítica. Potenciar ERC es la palabra de orden del PSOE y de ‘nuestros’ medios españolistas, e indirectamente también de los sectores del PDECat adversos a la línea de Carles Puigdemont ya que así ven la fórmula para cortar el proceso independentista que tuvo su punto culminante entre el 1 y el 27 de octubre del año pasado.

La única salida al callejón sin salida no es repartir responsabilidades por igual entre los tres partidos parlamentarios, sino hacer autocrítica, recuperar la coherencia y retomar la iniciativa con quien tenga la voluntad y la capacidad de mantener el conflicto con el poder español: Junts per Catalunya, CUP, ANC, Òmnium y unas renovadas entidades cívicas (CDR) y sindicales (CSC), ahora sin nexos de coordinación estables entre todos. Crear el Consejo de la República en el exilio aunque ERC no participe y también la asamblea nacional de electos. Y, sobre todo, coordinar las acciones del Principado con las que emerjan en toda la comunidad nacional catalana ya que el españolismo ha entrado en una fase de hostilidad generalizada contra la catalanidad, y así lo tenemos que presentar ante Europa y el mundo.

Estamos en una etapa incierta, que durará todo el tiempo que el Tribunal Supremo quiera, sin capacidad de iniciativa por parte del independentismo sólo unido en la defensa de la libertad de los presos políticos. Remontar esto llevará tiempo y no nos ahorrará malos tragos, desgraciadamente, pero la primera condición para todo pueblo que quiera realmente la independencia es demostrar la voluntad de conseguirla, hacerla creíble a ojos propios y extraños, y dotarse de una dirección colegiada dispuesta a luchar para ganar. Otra actitud no es más que una forma, más o menos disimulada, de claudicar.

 

Post Scriptum, 7 de octubre de 2018.

El ultimátum de la ANC al Gobierno y al Parlamento refleja la indignación de los sectores más militantes del soberanismo cívico y, desgraciadamente, hace evidentes las consecuencias de la falta de entendimiento entre los partidos parlamentarios. Sería más eficaz trasladar la presión al gobierno español exigiendo a los diputados independentistas en Madrid que bloquearan el funcionamiento de las instituciones españolas tanto como pudieran. Ya lo propuso Heribert Barrera hace diez años en un artículo titulado “El camino de la libertad “. Esa actitud es hacer efectiva la desobediencia sin ser ilegal, pero ERC (y la mayoría de los actuales diputados del PDECat) se han negado cuando el presidente Torra lo ha propuesto.

 

Del 30 de gener d’enguany fins que el Tribunal Suprem vugui