De pie

“Estamos en condiciones de ganar por 10 a 0”

Soraya Sáenz de Santamaría

 

De pie significa de pie. También contra una hemeroteca, poemario del bestiario, que releída hoy da pistas, pautas y puentes. Y alguna alegría. Ahora que hace noches que hemos aprendido que donde hay abuso de poder hay resistencia. Ahora que ya sabemos que sólo juntos es cuando podemos. Que nunca más estaremos solas y que si tocan a uno nos tocan a todos, y que las calles serán siempre nuestros y de todos. Y que hemos decodificado que nos romperán la cara pero nunca la sonrisa. Y que persiguiendo el ‘groc’ (amarillo) se han quedado groguis. De acuerdo. Entendido. Lecciones aprendidas. Aprehendidas.

De las matrices éticas y humanistas de la desobediencia civil pacífica y no-violenta hemos aprendido a no humillar a nadie, ni lo contrario. No humillar no significa abstraerse de la realidad ni dejar de intentar entenderla. La derrota del Reino de España el 1-O -comunidad contra dominación, decencia contra brutalidad, lo mejor de la gente contra lo peor del Estado- fue severa y sin paliativos. Por ello, turbia termodinámica represiva, pagamos ahora sus funestas represalias y pagaremos todavía sus nefastas consecuencias. La derrota, reeditada, este 21-D ha sido categórica. Casi en todos los términos. Sobre todo si hilamos delgado cuál era el objetivo primordial -fracasado- de un Estado demofóbico: alterar -violentar- la voluntad democrática mayoritaria. Hay que reescuchar hoy las órdenes inquisitoriales de D. de Cospedal que recibió de M. Rajoy: “Estas elecciones se han convocado para que gane el bloque constitucionalista”.

¿Y entonces? Entonces todo un sistema de poder -exactamente todo- ha fracasado, efecto bumerán, en su ‘putsch’. Un sistema combinado de golpes, miedos y amenazas -la demencial posverdad atizada por El País y toda la artillería mediática, la presión y represión judicial, la impunidad policial, los discursos infames de “liquidar”, las fugas empresariales urdidas- se han estrellado contra quienes han optado por permanecer de pie. Cuando de pie significa de pie: no acatar ninguna injusticia ni obedecer ninguna imposición. Dicho para ser compartido: desde el jueves por la noche, el aire es un poco más respirable. Y las tareas pendientes, ingentes. No recaigamos ahora en el error de menospreciar la brutalidad del poder: que cuando gana, castiga. Y cuando pierde, persigue. Humilla.

Afirmación y resistencia, hacer colapsar tan severamente la estrategia del Estado significa también que el miedo no ha ganado. Y cuando el miedo no gana, Fromm ‘dixit’, ganan las libertades. Analítica extemporánea, pretender poner el prisma habitual sobre unas elecciones excepcionales parece tan errático como estéril. El anómalo dilema electoral era democracia o excepción. Libertad o represión. Digámoslo así, modestamente: detener un golpe de estado me parece bastante de izquierdas y restituyente; como me parece bastante transformador, liberador y antiautoritario que 2,3 millones de personas desoigan -desobedezcan- las prohibiciones del TC del 1-O; como me parece bastante izquierdista tener todos los centros elitistas de poder en contra; u observar cómo el espejismo catalanista en la UE de la vergüenza no llega ya, por conciencia crítica, ni a oasis. Podríamos seguir.

Autocrítica y crítica, ni euforia ni desesperación. En medio queda siempre el equilibrio de la constancia perseverante. Como me ha enseñado siempre una de mis madres políticas, Iñaki de El Lokal, zapatista libertario de referencia, de pie siempre en medio del Raval. Pronto tocará ir a verlo. Seguro que citará a Ferlosio -“Vendrán tiempos malos y nos harán más ciegos”- para recordarnos que no podemos olvidar cómo es la apisonadora del Poder. Y que el Estado-Guerra continuará por otros senderos. Aunque, colectivamente, hemos limitado estos días algunos condicionantes adversos. Ya lo veo chivándonos que siempre hay que resistir, construyendo desde abajo y a la izquierda. Que lo tienen más difícil. Que seguimos sin tenerlo fácil. Pero que seguimos. De pie.

Síntesis antitética entre contrarios. Queda un retablo para respirar: el partido que gestionó el 155 desgobierna hoy este país con tres diputados. Queda un retablo para transformar: que el dispositivo del aznarismo haya sido el partido más votado -no el ganador- opera como espejo del país. De todo lo que queda por hacer. Si por delante queda un camino incierto, por detrás queda -mucho más diáfano- todo de lo que huimos. Si lo necesario anima, lo que hay que evitar motiva, y los deberes y los retos responsabilizan. Lo que queremos y lo que no.

Y ahora, ¿qué? Pues si ya hemos constatado -si ya ha quedado claro- que un país es su gente, entonces las prioridades también son materiales, sociales y democráticas: agenda social contra tantas desigualdades, dinámicas constituyentes transformadoras y laboratorios republicanos en marcha. Que hay que pensar y repensar mucho. Parada técnica para revisar el motor y el itinerario. Pensar: reflexionar más y reaccionar menos. Y tal vez resemantizar, resignificar y redefinir la unilateralidad social contra todos los muros del Estado. Todo un ciclo ha terminado y ahora empieza otro, incierto e indefinido. Pero ahora que ya sabemos que Soraya no está en condiciones de ganarnos por diez a cero, sabemos también -tan bien- que estamos en condiciones de continuar construyendo, de revisar autocríticamente errores y carencias, de escuchar las razones de los demás, de hacer más y hacerlo mejor. Arremangarse más que nunca, republicanamente y leales al uno de octubre. Es decir, fieles a la resistencia de la gente.

Entonces también es cuando llega la voz cálida de Marina Garcés, silbando que república es, sobre todo, construir espacios políticos no despóticos y abrir todos los posibles sociales que se han abierto en los últimos tiempos. Cuando república es saber compartir la dignidad y la humilde decisión de no ceder y de no retroceder ante una excepción que continuará. Noveno invierno en crisis. Spanish Inquisition reloaded. Se cierra 2017, el año de un primero de octubre en que queriendo ser república aprendimos a ser pueblo. Hemos estado décadas recitando a Estellés: “Habrá un día que durará años y entonces lo podremos todo”. Ese día, de pie, es todavía el 1-O. Con reválida de 21-D. Un antes y un después en un mismo dilema reiterado. Dilema 78: que toca seguir abriendo desde abajo lo que pretenden cerrar desde arriba. Cuando de pie significa exactamente de pie. Mientras escribimos a los presos las cartas pendientes. Para decirles que sí, que seguimos, también por ellos, tercamente resistentes.

ARA