Cuando el independentismo cae en la trampa y no se da cuenta

«En la reacción de una buena parte del soberanismo, veo nuestra mayor debilidad. Y es esta facilidad de tragarse y sucumbir a las campañas más groseras del nacionalismo español»

 

La peor cosa que podía pasar en este país es que un intelectual se convirtiera en presidente. No quiero decir que los presidentes precedentes no fueran gente de intelecto claro y privilegiado. Hablo de la figura del intelectual que ha sido Quim Torra en estos últimos años. Pasqual Maragall, José Montilla, Artur Mas y Carles Puigdemont eran políticos con una carrera más o menos larga que exigía el cálculo de la palabra pensada para un impacto electoral. Los cuatro, con más o menos libertad, se expresaban sabiendo que lo que dijeran podía ser utilizado en su contra en el combate gallináceo de la política. Quim Torra, no. La libertad de estilo con que la ha escrito el presidente Torra en todo ese tiempo en que la posibilidad de hacer política institucional era remota, no estaba pensada para la dialéctica de partido o represiva actual.

Entre las mismas filas del independentismo leo reflexiones que apuntan que esto ya lo deberíamos haber pensado antes. Que habríamos podido imaginar qué pasaría. Que se podría haber evitado con otro candidato. Y que se ha dado munición a un unionismo listo siempre para el combate más ruin de todos. Me sorprende. Si aplicamos esta lógica tan perversa, acabaremos teniendo en la política una especie de seres neutrales, mudos, inexpresivos, gestores de lo políticamente correcto, calculadores, productos de diseño, etc. Debemos preguntarnos si queremos que los intelectuales de combate entren en política y que se llene de gente que ha pensado y se ha atrevido a hablar, o si sólo queremos políticos prefabricados que lleguen desde las escuelas de los partidos con una trayectoria inmaculada, vacía y transparente.

De hecho, si los buscan, no encontrarán ningún artículo de Arrimadas para hacerle algún reproche, porque no los ha escrito. Todo es cálculo. Sí que encontrarán las alianzas de su partido con elementos y formaciones como Libertas, de extrema derecha, o la compañía con la que se manifiestan por las calles de Barcelona a menudo. No encontrarán ningún artículo intelectual con ideas propias, ninguno. Quizás quienes dicen que se habría podido evitar la polémica escogiendo otro candidato quieren que nos gobiernen seres ‘neutrex’, de esos que podrían servir para cualquier partido y momento. Yo no. Y, sinceramente, me extraña de algunas personas de las que he escuchado y leído comentarios en este sentido.

A los que hayan sucumbido a la campaña del españolismo, les recomiendo una cosa: leer alguno de los artículos mencionados en el parlamento. Pero leerlo entero, quiero decir. Por ejemplo, este que sirvió a Arrimadas para decir tonterías de la altura de un campanario. Es un artículo que desde el primer párrafo anuncia que se servirá de una metáfora inspirada por un libro lleno de bestias leído de pequeño en casa. Y también desde el principio deja claro que habla de aquellos que odian la lengua catalana de tal modo que en persiguen su desaparición. Por lo tanto, habla de lingüicidio. Precisamente, describirá con esta metáfora de las bestias a todo el conjunto de gentes que odian el catalán de manera enfermiza.

Si se pasa por alto que se trata de una metáfora explicada al principio del artículo y que quiere describir a los que odian y quieren hacer desaparecer el catalán y, en cambio, se presenta como una descripción de los que hablan castellano o que se consideran españoles, es evidente que todas las frases que vengan a continuación pueden parecer escritas por Joseph Goebbels. Esta práctica también sirvió a Miquel Iceta para reprochar el artículo sobre los socialistas de antes, la raza socialista y su ADN. Sacado de contexto y despreciando su sentido metafórico, Iceta consiguió dar toda una dimensión diferente del texto de Torra. Amigas y amigos, hablamos de las prácticas más elementales de la manipulación. Y me parecía que esto ya lo debíamos tener superado. Quien todavía dude, que coja los artículos y los lea de la primera palabra a la última. O, aún mejor, que compre alguno de sus libros (recomiendo ‘Honorables’, Acontravent, 2011) e intente saber qué piensa realmente Torra sobre la política, la sociedad y la nación (*).

Alguien todavía hablará de los twits borrados y por los que Torra ha mostrado arrepentimiento. Habría que ver cuántas personas, en un momento de mala baba por alguno de los muchos ataques contra los catalanes, no se han expresado diciendo ‘los españoles esto…’ o ‘los españoles aquello…’, en el sentido en que podríamos decir ‘España’ o ‘el Estado español’. Como cuando alguien habla de los norteamericanos para hablar de su Estado o de su gobierno, o habla de los japoneses, los alemanes, los suecos o de quien sea, sin pretender condenar a todos y cada uno de los individuos de estas comunidades. No hay que hacer un esfuerzo muy grande para ver que Quim Torra no hablaba del vecino del cuarto que se siente español. Como en los artículos, Torra no preveía la carrera política ni el combate demagógico actual. Conozco el sentido de la justicia -o la irritación con las injusticias- que caracteriza a Quim Torra y puedo leer aquellos twits en este contexto.

Antes decía que la llegada de un intelectual a la presidencia es la peor cosa que puede pasar (espero que aquí entendamos el sarcasmo) porque tenemos un adversario que, en vez de elevar el debate parlamentario hacia la excelencia, lo hace bajar hasta las minas más profundas de la tierra. El populismo -que Rob Reims nos invita a llamar ‘fascismo’ para dejar los eufemismos de lado- que gasta el unionismo consiste exactamente en eso: eliminar toda complejidad y profundidad analítica, discursiva y de pensamiento para dejar las ideas en la piel y los huesos. Hay una renuncia querida y meditada hacia la simplificación, a la trifulca, a la descontextualización, al pim-pam-pum, a rechazar el matiz, la ironía y cualquier elemento que dé complejidad al lenguaje y al pensamiento. Es en este sentido en el que me sorprende que personas que escriben y que defienden el uso inteligente del lenguaje se dobleguen ante esta ofensiva totalizadora y fascistizante.

Aún diré más. El racismo está muy a menudo en la mirada de quien lo denuncia. De entrada, porque quien identifica a alguien que habla de ‘catalanes y españoles’ como una categoría racial es precisamente el racista. ¿Quién hace referencia constantemente al lugar de origen y nacimiento de los catalanes? ¿Quién piensa que, cuando Torra habla de los catalanes, no incluye a todos los catalanes? ¿Por qué estaba tan nervioso con este tema Xavier Domènech, que compartió campaña electoral con Pablo Iglesias, el cual apelaba a los ‘que tienen padres andaluces o extremeños’ a echar a Mas? ¿Quién es el que está pendiente de los orígenes de los catalanes para sacar provecho de ello? Cuando Domènech dice que los inmigrantes de los sesenta no vinieron para integrarse sino para construir Cataluña, ¿quién hace política de los orígenes?

En medio de todo esto, hay esta trampa dialéctica que buena parte del soberanismo se ha tragado sin siquiera masticarlo, que es la denuncia del debate identitario. Se han escrito muy buenas reflexiones al respecto. Lo han hecho sociólogos, filósofos, antropólogos y politólogos con precisión, extensión y método científico. Yo sólo diré que toda política es una cuestión de identidad. La política es una gestión constante de las identidades. Identidades múltiples y de todo tipo que nos permiten vivir como seres sociales. No hay prácticamente nada, que no sea materia muerta, que quede excluido de la identificación, diferenciación y reconocimiento -los tres rasgos que configuran las identidades más elementales-. Hablar de identidades es hablar de luchas por el reconocimiento y, por tanto, del empleo de un espacio propio y de poder. Las identidades no son estables, estancadas y permanentes, sino resultado de una evolución constante, una relación y una lucha.

En la reacción de una buena parte del soberanismo, veo nuestra mayor debilidad. Ya hace algún tiempo que la observo. Y es esta facilidad de tragarse y sucumbir a las campañas más groseras del nacionalismo español. Esta facilidad de bailar a la música que hacen sonar. Insisto en que me sorprende que esto ocurra en estos momentos. Se han dicho muchas tonterías estos días y las ha dicho gente que me parece que no han leído ni los artículos ni los libros, ni han asistido a ninguno de los cientos de conferencias que ha hecho en los últimos años. Esta es una debilidad que debemos hacernos mirar. Lo antes posible. Esta también es una prioridad republicana.

(*) https://www.llibres.cat/llibres-dhistoria-i-arqueologia/211670-honorables-cartes-a-la-patria-perduda.html