Confusión en torno a los liberales navarros

El pasado día 31 de diciembre aparecía en el DIARIO DE NOTICIAS de Navarra una reseña sobre la publicación del libro Liberales navarros a través de sus textos (1820-3), cuyo autor es Ángel García-Sanz Marcotegui, en la que se hacen afirmaciones descontextualizadas y que pueden inducir a sacar consecuencias erróneas por los lectores no avisados. La obra se refiere a los “liberales” que, considerándose españoles, aparecieron en Nabarra a raíz del golpe militar impulsado en España por sectores sedicentes “progresistas y liberales” -sólo parcialmente opuestos al poder absolutista establecido- durante el llamado “Trienio Liberal” o “Constitucional” (1820-3).

Como resultado de la adopción de los nuevos principios ideológicos realizada en aquel momento por el nacionalismo imperialista español disfrazado desde entonces de “liberalismo”, esos principios convenientemente falsificados -en imitación de los de la “revolución” nacionalista francesa- entraron en oposición con el mantenimiento de las libertades fundamentales e instituciones propias del sojuzgado Pueblo Vasco (sus Fueros Fundamentales), las cuales eran combatidas tanto por los absolutistas como por los “liberales”, los cuales las presentaban además como “retrógradas”. Se trataba de un mecanismo de falsificación ideológica y recuperación política de las fuerzas de oposición al gobierno totalitario, a fin de neutralizarlas y de que éste fuera aceptado voluntariamente como “liberalismo y democracia”; un mecanismo que continúa en la actualidad. Pero aquel fue el momento clave en que tal engaño aparece y se pone en funcionamiento por vez primera.

Como el mencionado autor pone de manifiesto (según se señala en la noticia periodística), en aquella operación, que fue muy minoritaria, se involucraron fundamentalmente sectores militares y colaboradores políticos integrados en el régimen: “[…] entre los componentes de esa minoría destacan los militares, el colectivo más numeroso y compacto, los políticos con cargo de representación y los miembros de las profesiones liberales”. En opinión del autor, “sus textos ponen de relieve la apuesta de los liberales navarros por la Constitución de 1812 y que se sentían plenamente españoles”. De ahí que fueran los defensores por antonomasia de la “causa nacional” y de la construcción de la “nación liberal”. Por ese motivo el autor plantea la cuestión “del cómo y cuándo surgió el liberalismo fuerista de la década siguiente”.

El también autor navarro Rodrigo Rodríguez Garraza describe así ese mismo episodio:

 

“Fue un golpe militar antipopular. Pero ya había en la propia Navarra, y sobre todo crecería en esos tres años [1820-3], un determinado sector de la población que aceptaría la nueva situación política. Son los primeros liberales. A partir de ese momento, jugarán cada vez un papel más importante en la historia de Navarra. Espoz y Mina arrastró consigo a muchos compañeros de armas. Desde aquel día hubo en Navarra -dice Campión- un grupo de liberales a la española, centralistas y unitarios”. (Navarra de reino a provincia (1828-1841); R. Rodríguez Garraza, 1968.)

Según reitera este último autor, en Navarra el triunfo de aquel “pronunciamiento liberal” (llamado “revolución”) de 1820 “fue antipopular y obra exclusiva del ejército”. Su rechazo por la población fue prácticamente total; y el estado de rebelión, generalizado. Y sigue diciendo al respecto: “El mismo Gambra, autor que subestima el carácter foral de esta guerra, insiste en afirmar que, prácticamente, fue independiente en Navarra y Cataluña […]. Se pone de manifiesto el impacto foralista del alzamiento en el manifiesto de la Junta interina de Navarra a sus habitantes en septiembre de 1822: Una Diputación ilegítima que a nadie representa sino a sí misma, intenta seducir con una mezcla de falsas promesas y asechanzas… Intenta privaros del nombre de navarros, cambiando el antiguo Reino de Navarra por una mera provincia [española] de Pamplona. ¡Ah! ¿Dónde está aquella sabia legislación de vuestros padres? ¿Dónde aquellos supremos tribunales de Justicia, aquellas regalías y fueros…?”. (R. Rodríguez Garraza; op. citada. Cita de Gambra Ciudad, R.; La primera guerra civil de España (1821-3): historia y meditación de una lucha olvidada).

Así pues, aquella confusión no duró mucho y vemos que, como respuesta sana y natural frente a esa operación de falsificación y recuperación política pseudoliberal española, surgió en apenas diez años la aparición de un “liberalismo fuerista”, según el propio Sr. García-Sanz reconoce; un liberalismo que, como es natural, no era incompatible sino todo lo contrario con el mantenimiento de la independencia y las instituciones nacionales y estatales propias del Reino de Nabarra. Y en esa regeneración hubo militares de entre esos inicialmente deslumbrados por aquel “liberalismo” falsificado y “que se sentían plenamente españoles”, según en la mencionada obra se afirma, los cuales acabaron no obstante volviendo a la defensa de la independencia de Nabarra, de lo cual no se dice nada. Fue el caso llamativo de León Iriarte Erburu, pamplonés y coronel del ejército español; quien -a pesar de haber combatido contra el movimiento “Carlista”- en 1837 fue condenado a muerte porque entró en Pamplona y “se comprometió bajo su firma a seguir y llevar a efecto la conspiración que tenía por objeto la independencia de Navarra”. Igualmente ocurrió con su comandante Pablo Barricart, también condenado “por resultar justificado: que se mantuvo al frente de su batallón cuando se pronunció la insurrección, y que, en vez de contenerla, continuó a su cabeza y vino a Pamplona”; según se establece en la sentencia que fue dictada tras el consejo de guerra a que fueron sometidos. Ambos fueron ejecutados, junto con los sargentos que no pudieron huir (4) y evitar la ejecución. Fue el final de aquel levantamiento, que había comenzado con el apresamiento y muerte del “Virrey” de Nabarra (y comandante general del ejército español de operaciones en Nabarra), el Conde de Sarsfield, a manos de los “rebeldes”. Así pues, al final parece que no está tan claro “que se sentían plenamente españoles”.

Esta falsificación ideológica de conceptos fundamentales tales como “liberalismo, democracia, pluralismo, internacionalismo”, etc., y la confusión y recuperación política de la resistencia nacional de los pueblos sojuzgados que ella tiene por objetivo, es algo perfectamente conocido y un recurso habitual del totalitarismo en su lucha contra la libertad de los pueblos. De hecho el actual régimen de la “transición” española, iniciado desde hace casi cuarenta y dos años, es un ejemplo paradigmático en la utilización sistemática, mediante los monopolios de adoctrinamiento e intoxicación ideológica de masas, de lo que hemos descrito.

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