Cambio climático y ciudades

LA Semana Europea de la Movilidad (SEM), iniciativa promovida por la Unión Europea, se está celebrando, como cada año, del 16 al 22 de septiembre, incluida Euskadi. Bajo el lema ¡Combina y Muévete!, esta última edición está centrada en fomentar el uso y combinación de diferentes modos de transporte en los desplazamientos urbanos de personas y mercancías con el fin de conseguir una mayor eficiencia, rapidez, ahorro y sostenibilidad. Está iniciativa surgió en Europa en 1999 y a partir del año 2000 contó con el apoyo de la Comisión Europea.

Esta campaña anual pretende, a través de diferentes actividades e iniciativas organizadas simultáneamente en toda Europa, fomentar la movilidad sostenible en todos los estados miembros estimulando a las administraciones públicas a introducir y promover medidas de transporte sostenible.

Descarbonizar el transporte

En este sentido, la Semana Europea de la Movilidad es una ocasión única para que todas las partes interesadas locales se reúnan con el fin de discutir los diferentes aspectos de la movilidad sostenible y poder así buscar soluciones innovadoras para reducir el uso del automóvil y sus emisiones de gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático.

Precisamente, en la actualidad el transporte es el principal responsable de la generación de gases de efecto invernadero en Europa tras el sector energético, pero las resoluciones de los tratados internacionales ni los compromisos voluntarios van demasiado lejos a la hora de alcanzar la descarbonización del sector.

Los países del G20 (países industrializados y emergentes) son los responsables de la mayor parte del consumo mundial de combustibles para vehículos y de la emisión de gases de efecto invernadero relacionada con el transporte. El consumo no para de crecer y casi se ha duplicado entre 1990 (fecha de referencia de los acuerdos de cambio climático) y 2016. Consumen y emiten dos veces y media más que el resto de los países del mundo.

Las ciudades europeas insisten en las recomendaciones, adquieren unidades eléctricas de transporte público, se crean infraestructuras para el uso de la bicicleta y establecen algunas restricciones de tráfico, como se viene haciendo en nuestra comunidad, pero la industria automovilística sigue produciendo más y más vehículos y la ciudadanía compra. Las curvas de CO2 del sector transporte siguen ascendiendo.

Para llegar a la descarbonización del sector transporte es necesario plantear una estrategia con buenas prácticas sostenibles que contemplen la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero. Algunos expertos proponen una sencilla serie de preguntas a formularse desde cualquier instancia: cuán intensivo es el combustible, cuánto se emite y cuántos kilómetros viajamos.

La primera respuesta es muy sencilla: “Si caminamos o vamos en bicicleta, no necesitamos combustible”. La segunda es que “el transporte público emite per cápita menos que un coche particular” y a la tercera habría que oponerle una propuesta: jamás desplazarse en coche en trayectos de menos de dos kilómetros. Para colmo, la tasa de ocupación es de una media de 1,2 personas por vehículo.

Por otra parte, hay que acabar con el estatus que representa para miles y miles de personas el automóvil. El problema del coche es que, además de ser un medio de transporte, es un símbolo, aunque quizá cada vez menos. Nos encontramos que casi todo el mundo tiene una razón para poseer uno, pero sucede también que hay demasiadas facilidades, lo que hace que resulte muy cómodo ir en coche a todos lados.

Para luchar contra esta situación, es necesario ahondar más en la monitorización. Hay que tomar medidas para eliminar todos los viajes innecesarios en coche, como los viajes cortos. Muchos viajes que se dan en nuestras ciudades y municipios son de pocos kilómetros.

Otra forma de “hacer ciudad”

En cuanto al planeamiento urbano, cabe decir que el vehículo consume mucho espacio público, a lo que se suma la contaminación acústica y atmosférica, que afecta a la calidad de vida, en general. Es necesario tender a las ciudades compactas que integren los distintos usos alrededor de pequeños centros, que una orientada al coche, con periferias lejanas, que requieren construcción de autopistas y largos desplazamientos. Sin duda, para ello, es necesario un urbanismo que prime a la ciudadanía frente al coche. Hay que darse cuenta que el modelo de ciudad diseñada para el vehículo privado es insostenible y se debe repensar la forma de “hacer ciudad”. Hay que mejorar los barrios de modo que todos tengan servicios y vida propia, contrapesando la atracción del centro.

Las ciudades son uno de los escenarios en los que se va a librar la batalla más importante desde el punto de vista ambiental en la actualidad: la del cambio climático. Y, en este sentido, hay ya ciudades europeas que van camino de la descarbonización. Así, Copenhague y París, por ejemplo, van camino de las cero emisiones en las próximas décadas, o Viena, que tiene un objetivo muy cercano (2020-2025). Quieren reducir la cantidad de coches en la relación con los otros sistemas de transporte al 20% y que todo el resto sea transporte público, bicicletas, etcétera. Hay que seguir aquí con ese ejemplo.

También se debe fomentar la idea de los taxis compartidos e invertir en campañas de car-sharing para quienes ya tienen coche. Así mismo, el tráfico actual debe volverse eléctrico. Sin embargo, la apuesta de las grandes empresas automovilísticas todavía es tímida, además de que es necesario superar barreras tecnológicas como la capacidad y autonomía de las baterías, la mejora de las infraestructuras, la capacidad de la red eléctrica y el elevado coste. Y, sobre todo, hay que caminar y andar en bicicleta muchísimo más. Debemos cambiar radicalmente nuestros hábitos en lo que respecta a los desplazamientos. No podemos seguir habitando en ciudades insostenibles en un planeta que cada vez se calienta más. Se trata de una batalla de las más importantes que tenemos hoy en día, no solo para dejar un planeta en condiciones para las generaciones venideras, sino para vivir nosotros y nosotras mismas.

Deia