Bruscos cambios diplomáticos de Occidente

Hace tres lustros los Estados Unidos y sus aliados dieron la puntilla a la república de Irak, una de las naciones árabes mas prósperas y poderosas, “cuna de las civilizaciones” como gustaba repetir su rais Sadam Hussein. Con el pretexto de que su gobierno era una amenaza por almacenar “armas de destrucción masiva” –que nunca lograron encontrar las sucesivas misiones de expertos de la ONU– no sólo derrotaron al presidente sino que descuartizaron su país, verdadero objetivo de aquella invasión.

Entonces, la información internacional le acusaba de todos los genocidios y crímenes contra kurdos y chiíes. El hombre que había sido su eficaz aliado en la década de los ochenta tras el éxito de la revolución islámica persa del imán Jomeini, cuando se temía una expansión arrolladora en países del Oriente Medio, se convirtió en un abrir y cerrar de ojos en el enemigo número uno que había que derrocar. En 1980, Sadam Hussein provocó la guerra con Irán no sólo por cuenta de las monarquías árabes petrolíferas del Golfo, sino por las grandes naciones de Occidente. Es difícil todavía saber las razones de aquel brusco cambio político, que le convirtió en el objetivo principal de su obsesión.Tuvo que pasar tiempo para comprender que no se trataba de derrocar su dictadura sino de acabar con el Estado y la fuerza militar de un gran país petrolífero del Golfo. Las alianzas occidentales con aquel Irak eran tan estrechas que entonces en Beirut los proiraníes secuestraban profesores y corresponsales de prensa occidentales, para forzar a sus gobiernos a que dejasen de armar a Irak a cambio de la liberación de sus rehenes.

El coronel Gadafi de Libia fue años más tarde, durante las llamadas primaveras árabes, otra víctima de los vuelcos diplomáticos occidentales respecto a aquellos regímenes militares del Magreb y del Mashreq. Su humillante ase­sinato “como una rata”, tal como ocurrió con la ejecución en la horca de Sadam Hussein, fueron horribles episodios que es imposible ol­vidar.

El excéntrico coronel Gadafi que, antes de proclamarse un día rey de África, quiso maniobrar en países árabes como Túnez o Egipto, a los que deseaba imponer a la fuerza su unión, fomentó acciones terroristas en el mundo, como el IRA o ETA, lo que le convirtió en uno de los dirigentes más peligrosos para Occidente. Gadafi decidió otro buen día renunciar a su política terrorista y ofreció sus esfuerzos para ayudar a los Estados Unidos y Europa en su lucha contra las maquinaciones del terror.

En Washington, Londres y París reconocieron su conversión, que le valió dejar de ser un apestado en las democracias occidentales. Sus relaciones con Nicolas Sarkozy cuando fue ministro del Interior propiciaron que entre el 2006 y el 2007 le entregase cinco millones de euros para financiar su campaña electoral a la presidencia de la república. De un día para otro, estadistas de Occidente proclamaron que Gadafi era su gran aliado contra el terrorismo.

Sin embargo, poco después fue el gobierno del presidente Hollande el que decidió, con otros dirigentes árabes y occidentales, acabar a sangre y fuego con su régimen. Durante el ministerio del Interior de Sarkozy, Gadafi quería concluir acuerdos con Francia en pro de la seguridad del Mediterráneo, para proteger sus fronteras e impedir la emigración clandestina de los africanos a Europa.

El rais Mubarak de Egipto, como el presidente de Túnez, pasaron de ser fieles aliados a incómodos estadistas que también era conveniente deponer al impulso de sus rebeliones locales. El rais Bashar el Asad de Siria fue recibido por el presidente francés en la gran fiesta del 14 de Julio en París, poco tiempo antes de que hubiese perdido su confianza y se convirtiera en otro objetivo que eliminar bajo la presión de sus adversarios.

Los Estados Unidos, por su parte, sea una administración republicana o demócrata, siguen una invariable línea de conducta en Oriente Medio, tanto respecto a Israel como a la casa de los Saud de Arabia. El Estado judío será siempre su incondicional aliado y Arabia Saudí, pese a su relación contra natura, es su protegida por sus yacimientos de petróleo y por ser sede de los dos lugares santos del islam. El presidente Donald Trump no escatimó elogios al príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman, en su visita a la Casa Blanca.

Más

16 de 7.091

LA VANGUARDIA