A punto para el último Sant Jordi

El lunes próximo es San Jorge, una jornada que en 1995 la Unesco declaró día mundial del Libro (y de los Derechos de Autor, ¡ja!). Por ese motivo, los gremios implicados (libreros, editores, escritores…) hacen esta semana previa lo imposible para tener a punto los puestos que habrá en las calles de nuestras ciudades.

Como mínimo por la mañana. Más tarde ya lo veremos. Porque, antes de que se ilusionen mucho, sepan que justo ese día, 23 de abril del 2018, el mundo se acabará. Ya sé que es un vaticinio que se ha repetido otras veces a lo largo de los años, y que hasta ahora nunca se ha cumplido. Pasa como en el cuento del pastorcillo mentiroso. Va de una familia campesina que encarga a su hijo, menudo, que pazca las ovejas. Hace bien su trabajo, pero el chico se aburre y, como pasa a menudo con la gente que se aburre, para distraerse se inventa una trola. Empieza a gritar: “¡Que viene el lobo, que viene el lobo!”. La gente del pueblo corre a ayudarlo con azadas, hachas, escopetas de caza, lo que haga falta para enfrentarse a la bestia. Pero cuando llegan sólo lo encuentran a él, que se ríe por debajo de la nariz, y a las ovejas, que pacen la mar de tranquilas. Como los habitantes del pueblo se han tragado la mentira, al día siguiente hace lo mismo: “¡Que viene el lobo, que viene el lobo!”. La respuesta solidaria se repite y, ante la evidencia de un nuevo engaño, los vecinos se cabrean. Lógicamente, el tercer día que repite el grito –“¡Que viene el lobo, que viene el lobo!”–, la gente pasa de irlo a ayudar. Pero resulta que esta vez es verdad: el lobo ha venido. Se ha comido a todas las ovejas y –oh maravillas de las moralejas de los cuentos infantiles– el pastorcillo aprende que nunca deben decirse mentiras.

Con la predicción de que el mundo se acaba pasa algo semejante. De tan repetida, muchos ya no se la creen. Pero esta del próximo lunes, 23 de abril, tiene pinta de ser cierta. La ha difundido Fox News a partir del análisis que el numerólogo ­David Meade ha hecho de un fragmento del Apocalipsis (el 12: 1-2): “Entonces apareció en el cielo una gran señal prodigiosa: una mujer que tenía el sol por vestido, con la luna bajo los pies, y llevaba en la cabeza una corona de doce estrellas. Esperaba un hijo y gritaba afligida por los dolores del parto”. Meade ve claro que ese vaticinio significa que el llamado planeta X (del que se habla desde 1995) chocará contra la Tierra, que eso sucederá el lunes 23 y que “las masivas fuerzas gravitacionales del planeta provocarán erupciones volcánicas, terremotos y tsunamis”. No es detalle menospreciable que la letra X sea la que se usa tanto para catalogar los films porno como para nombrar al misterioso “señor X”, jefe de los GAL, que algunos periodistas malpensados dicen que era Felipe González. Todo cuadra; no me pregunten por qué. Que el mundo reviente el día del Libro, también: no sólo habrían muerto un 23 de abril Shakespeare, Cervantes y Josep Pla, sino que moriríamos de golpe todos los actuales fabulistas (incluido el dramaturgo Llarena), además del resto de habitantes del planeta, lectores o no. Tant mieux.

LA VANGUARDIA